Tan veraniega como los reportajes periodísticos de los socorristas, las piezas televisivas sobre la ola de calor y las verbenas de los pueblos, la Operación Asfalto llega de nuevo puntualmente a su cita cuando los termómetros aprietan incluso a orillas del Arlanzón.
Esta semana (y la pasada también, pues no están corriendo demasiado), a los vecinos del G-3 y a todos los pacientes del HUBU nos han tenido mártires con la reparación del firme en la avenida Islas Canarias. Falta le hacía.
Con los tramos ya rematados, ahora da gusto circular por ellos y se hace más evidente el contraste con la penosa situación en la que se encontraban. Y sucede, como cuando solo pintas una habitación de la casa, que la comparación es odiosa.
Tiene la ciudad un montón de rincones penosamente mantenidos. Parcelas urbanísticas sin desarrollar que ríete tú de la Selva Negra. Aceras, como la de la Avenida del Arlanzón, con más toboganes que Fuentes Blancas. Tramos del carril bici con la pintura borrada y el cemento reventado. Y muchas, muchísimas calles, con un asfalto donde podrían criarse topillos.
El mantenimiento es caro. Obviamente. Lo sabe cualquier propietario. No basta con comprarte un último modelo, hay que cuidarlo posteriormente. Y de ese cálculo prescinden a menudo las administraciones cada vez que inauguran una novedad.
Al político de turno solo le importa la foto para las próximas elecciones. «El que venga detrás que se apañe», me imagino susurrando a sus asesores. Y así, las generaciones siguientes, pagan una factura exponencial que no renta. La normalidad no da votos.
¿Seguro que no? Ojito, porque como mínimo los puede quitar. Que se lo digan a Óscar Puente, pobrecito él, obligado a dar explicaciones en plena canícula agosteña sobre el desastre de los trenes en general y de Chamartín en particular. Los nuevos Talgo son una castaña, de eso no duda casi nadie. Pero gran parte del problema está en la falta de cariños al conjunto de la red mientras la inversión hace años que se vuelca en el agujero negro del AVE.
A pequeña escala, eso también ocurre en las ciudades. Si no van a saber mantener el parque de debajo de mi casa (no hablo de dinero, pues ese no es el problema, sino la eficacia en la gestión) no me vendan los planos de una nueva zona verde. Que luego hay que mantenerla.