Fue el 10 de diciembre de 1960. Este periódico contó que 25 familias y tres hombres solteros salieron de la estación de autobuses de Burgos rumbo a Santander. No iban de vacaciones. Allí les esperaba un buque y una travesía de más de un mes para llegar a Melbourne (Australia) y cambiar radicalmente su vida. Esta expedición fue una de las que entre los años 1959 y 1963 llevaron hasta casi las antípodas (que en realidad están en Nueva Zelanda) a alrededor de doscientos burgaleses merced a unos acuerdos entre el Gobierno español y el australiano, el primero muy interesado en quitarse de encima mano de obra y el segundo, loco por repoblar aquellas vastas y vacías extensiones. Populate or perish (poblarse o perecer) fue el lema que los mandatarios de aquel lejano punto geográfico empezaron a esgrimir tras la Segunda Guerra Mundial, una campaña en pos de la emigración que no estuvo exenta de tintes racistas. Su objetivo principal era repoblarse con anglosajones blancos para evitar la entrada de la población asiática, pero abrieron la mano y ofrecieron a los españoles, sobre todo de Asturias, Euskadi, Navarra y Castilla la Vieja, un futuro en una tierra que se presentaba como llena de oportunidades.
Las campañas migratorias comenzaron, ya se ha dicho, un año antes. Hubo varias con diferentes nombres (Canguro, Eucaliptus, Emú, Karry, Torres...) y se solaparon entre ellas: en algunas iban solo hombres, en otras, familias enteras, y hubo una específica para mujeres solteras, la Operación Marta, que se extendió entre 1960 y 1963, y cuyo objetivo explícito era darles trabajo doméstico; la intención última, que se quedaran allí y tuvieran hijos para el país, todo ello capitaneado por la Iglesia Católica, que no solo se preocupó de las gestiones administrativas de la travesía sino del cuidado moral de aquellas jóvenes. «El avión de las novias» fue el titular de uno de los periódicos del país cuando llegaron las españolas.
El 17 de diciembre de 1959 se había organizado en la sede de Sindicatos de Burgos, en concreto, en la biblioteca del Hogar del Productor, un acto de despedida del primer grupo de 37 trabajadores, todos solteros y de edades comprendidas entre los 25 y los 45 años, que fueron «escrupulosamente seleccionados», como contaba este periódico, entre los 120 que se presentaron a semejante aventura. Se llamó Operación Emú y fue planificada por el Instituto Español de Emigración. Diario de Burgos destacó que un representante del Gobierno australiano había reconocido a este grupo como «el mejor del conjunto de emigrantes españoles».
Por esas mismas fechas viajaron también hasta el otro lado del mundo, Angelines y Faustino Cigüenza, naturales de Belorado y recién casados, que no se lo pensaron dos veces cuando se les presentó la oportunidad. Según un relato que hizo años después su nieta Roslyn en el colegio como homenaje a la gesta migratoria de sus mayores y que se hizo viral entre los beliforanos, ellos habían embarcado un año antes: «El día de la despedida nevó sin parar y los autobuses no funcionaban. Afortunadamente, el hermano de mi abuelo era conductor del autobús que iba de Belorado a Burgos y tardó seis horas en llevarles. De allí cogieron un tren a Santander donde embarcaron para Australia. La primera impresión al llegar a la tierra prometida es que todo era muy grande, mis abuelos encontraron a los australianos muy buenos y generosos». Allí los Cigüenza, como tantos otros, hicieron su vida para siempre, pues fueron los menos los que volvieron a España.
(El reportaje completo, testimonios y más fotografías, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos)