Las inalcanzables apuestas realizadas por los fondos de inversión y las grandes cadenas internacionales aumentan la presión sobre los pequeños y medianos proyectos dedicados al fitness, un sector en crecimiento que exige un movimiento constante a los emprendedores para seguir el ritmo marcado por la competencia y las novedades tecnológicas.
La situación es compleja, pero la compañía burgalesa Sportia escapa de esta vorágine estratégica y económica para seguir su camino y ampliar las miras de futuro. La empresa local, sin el impulso extra aportado por inversores externos, ultima su próxima apertura del centro adquirido recientemente en Vitoria para avanzar en su política de expansión.
Los responsables de Sportia asumen que «no hay margen de error» en unos planes que van un paso más allá. Mientras prepara su desembarco en la capital vasca la firma también ultima los detalles de otro proyecto que verá la luz en los próximos meses bien en Valladolid, bien en Madrid, sin olvidar el estudio de otros futuros emplazamientos como Logroño o Santander para el día de mañana.
Por el momento, los esfuerzos se centran en la inversión realizada en Vitoria. El propietario y gerente de la empresa, Emilio Lozano, confía en el éxito de una aventura que requerirá una inyección de 700.000 euros para renovar la maquinaria y reformar el edificio de 1.800 metros cuadrados de superficie adquirido en la ciudad alavesa.
«Para mí es una gran cantidad porque solo hemos contado con el apoyo de Iberaval y de la Fundación Caja de Burgos en este proyecto. No tenemos a un fondo de inversión detrás», matiza el empresario, seguro de una apuesta que llevará el nombre de Sportia a otras ciudades a un radio de 250 kilómetros de su lugar de origen.
En este momento la empresa cuenta con 3.500 abonados y el salto al País Vasco supone una proyecto que apunta a superar la cifra de los 4.000 cuando sean cinco los centros operativos con esta firma dedicada a los gimnasios y al mundo del fitness.
La primera experiencia lejos de Burgos protagonizada hace ya dos años en Valladolid anima a Lozano a seguir el camino trazado, aunque la sede central se mantendrá en casa en esta política de expansión con sus dos gimnasios como principales referentes. Mientras, el de Vitoria tendrá diez empleados a partir de septiembre y el grupo Sportia ampliará su plantilla hasta las 35 personas para reforzar una idea desarrollada en los últimos años.
La primera apertura se remonta a hace dos décadas y en un plazo cercano serán ya cinco los centros abiertos por una compañía que mantiene su plan independiente a pesar de las dificultades, aunque no es ajena a los movimientos del mercado empresarial y los fondos de inversión siguen de cerca su crecimiento. «Es algo normal, como cuando un hotel llama la atención de una cadena», asume Lozano con naturalidad.
Por el momento, la firma burgalesa sigue su hoja de ruta según la planificación prevista, un movimiento ilusionante en un escenario tan complejo para el sector. La transformación del edificio de Vitoria es otro gran paso en este camino y por ello Lozano aboga por ir «despacito» en esta tendencia ascendente. «Crecemos en función de lo que genera el negocio con la ayuda de los bancos porque ahora todo es muy complejo», explica.
«Este sector exige tener mucha tecnología y eso es caro. El equipamiento, localizar locales grandes... la barrera de entrada es enorme y los grandes cuentan con ese apoyo económico que hacen las cadenas extranjeras más potentes lleguen a España tirando los precios», advierte.
Ello obliga a Lozano a «mirar mucho» cada movimiento porque «no hay margen para la equivocación». La experiencia profesional ayuda a marcar la línea y Lozano recalca el apoyo local en esta aventura en la que ha depositado muchas ilusiones para expandir esta empresa burgalesa a otros territorios del país.