Gracias a quedarse en el pueblo consiguió salvar su vivienda. Aún entre lágrimas, Montse Olivé recuerda la dureza de la jornada del domingo para su familia al ver que el fuego avanzaba y cercaba su vivienda. Fue incapaz de marcharse de Santibáñez y no dudó en coger la manguera para mojar todas las proximidades de su casa. Pasaron el cultivador para impedir que las llamas continuaran su curso y el hecho de tener todo limpio, sin maleza, evitó una gran catástrofe. Eso sí, asume que la Guardia Civil le regañó unas cuantas veces. «Entiendo que es su trabajo, pero era mi vida», dice. Finalmente, no le quedó más remedio que marcharse.
Cuando estalló el incendio se encontraba en Covarrubias y al enterarse se trasladó de inmediato junto a su familia para intentar sofocarlo. «Fuimos a Quintanilla con el cultivador y las palas con el objetivo de apagarlo, pero aquello era imposible y nos vinimos para aquí», recuerda Montse. «No me gustaba nada cómo avanzaba, en poco tiempo empezó a llegar muchísimo humo hasta Santibáñez y a mi madre la evacuaron a Salas». Sin embargo, ella no era capaz de abandonar el lugar hasta que no le quedó más remedio y unos amigos le acogieron en Retuerta. «Y mi marido como estaba con la cisterna y el tractor le mandaron a Silos, estábamos cada uno en un sitio», dice.
Gracias a quedarme aquí salvé mi casa; es mi vida, mi trabajo"
Eso sí, consiguió llegar a través de un camino hasta donde tenían el ganado. «Los cochinos necesitan los ventiladores, tenemos ganado y debíamos ayudar», manifiesta. Con una cantidad de nervios terrible consiguió llegar hasta la nave y logró salvar también a los animales. Además, ya han conseguido un generador para evitar que se asfixiaran por culpa del calor. A pesar del miedo, evidente ante la situación que se estaba viviendo, Montse sacó fuerzas y apenas estuvo fuera de su casa más de dos horas. «De aquí ya no me muevo», afirma. Y, muy emocionada, reconoce que esto no lo van a olvidar jamás.
También tiene un mensaje de agradecimiento para todos aquellos que arrimaron el hombro en aquella dura jornada. «Todo el mundo que pudo se acercó a colaborar, nos atendieron muy bien desde amigos, la gente de otros pueblos de alrededor...», comenta, mientras relata la impotencia que sentía al no poder hacer más al ver esa «marea de fuego intratable avivada por el viento y el calor». Eso sí, los momentos que no estuvo junto a su vivienda fueron los peores. «Pensaba que ya se había quemado todo», recuerda. En su caso únicamente se les ha quemado un corral, ubicado en la parte más afectada de la localidad, pero «gracias a dios estamos todos bien». Por otro lado, también reivindica la «fuerza de los pueblos, no nos dejan cortar nada, no nos dejan limpiar, nos impiden hacer de todo y luego parece que tenemos la culpa de lo que pasa», argumenta.
Después de que el fuego haya pasado a nivel 1, aunque se continúa trabajando en la zona, ya se empieza a notar la mayor afluencia de vecinos y amigos que acuden hasta el pueblo a comprobar en qué estado ha quedado el terreno. Así, también Conchi y Andoni paseaban y fotografiaban ayer cómo habían quedado las casas para enviárselas a familiares que cuentan con tierras y propiedades en la zona. Comentaban que estaban de vacaciones en Peñaranda, aunque lo cierto es que su descanso se vio trastocado puesto que muchos familiares tuvieron que salir corriendo hasta los pueblos afectados para echar una mano. Todos confían en que esa imagen desoladora que ahora ofrece el entorno pronto luzca como antes de esta desgracia.