El temor a las residencias de ancianos tras lo vivido en el último año sigue presente y está detrás del fuerte crecimiento de la contratación de cuidadoras a domicilio que se experimenta en los últimos meses. La demanda de empleo en este ámbito no solo se ha consolidado durante la fase más dura de la pandemia sino que se ha triplicado en Burgos en la actualidad y obedece, principalmente, al deseo de los ancianos -y de sus familiares- a permanecer en el espacio seguro del hogar, siempre y cuando sus capacidades físicas y mentales y su economía lo permitan.
No solo se están solicitando internas que acompañen de forma permanente a los mayores más dependientes en su casa durante toda la semana -de domingo por la noche hasta el sábado por la mañana-, sino también externas por horas que suplan los servicios que prestan los centros de día, que han permanecido cerrados para evitar riesgos de contagios.
La actividad de las empresas especializadas en la selección, gestión y contratación de estos profesionales "sigue en línea ascendente" y, como en el caso de la firma burgalesa Cuidamos, que cuenta con 64 trabajadores en plantilla, ya está dando paso al ámbito digital para que, próximamente, a través de una aplicación móvil, se puedan solicitar estos servicios con la máxima facilidad y flexibilidad.
"La gente ha cogido pánico a las residencias por todo lo ocurrido. La gran mayoría de centros no disponen de médico ni de enfermera, solo de personal auxiliar de enfermería, y la gente prefiere quedarse en casa, en su entorno, rodeados de los suyos y con una persona que les atienda personalmente", explica Silvia Caballero, directora de Cuidamos.
Los perfiles de solicitantes de estos servicios se han diversificado con la demanda, desde matrimonios de ancianos que necesitan acompañamiento y apoyos puntuales en el hogar "a personas dependientes que no quieren acudir a una residencia".
La creciente soledad en la que viven muchos ancianos -tanto en la capital como en el mundo rural- y los persistentes problemas de movilidad de sus familiares por las restricciones de la pandemia también está animando a contar con una persona que no solo atiende, asea, controla medicaciones y acompaña, sino que gestiona la limpieza, las comidas, los recados, las salidas, entre muchas otras actividades. "Hemos tenido casos de confinamientos de las abuelas con las cuidadoras, que han accedido voluntariamente a este compromiso durante la pandemia".
La creciente demanda de estos servicios privados ha impulsado su progresiva regularización laboral y reducido la economía irregular, el mal endémico de este sector. "Muchas internas sin contrato renunciaron a su trabajo con la pandemia dejando solas a las familias y ahora éstas se han dado cuenta de que un contrato permite cubrir las bajas. Es un servicio que ha ganado valor por la crisis sanitaria y que además puede absorber muchísima mano de obra".
Aunque hay muchas modalidades de contratación, el coste medio por hora de trabajo en el hogar está en torno a los 15 euros, precio que las familias deciden pagar a cambio de una mayor seguridad sanitaria y de una gestión profesionalizada en manos de auxiliares de enfermería, especialistas en geriatría y personas formadas, entre otros ámbitos, en programas específicos de Cruz Roja. Es importante el saber tratar patologías como el Parkinson, el Alzheimer u otras demencias, "aunque realmente lo que más se demanda es el acompañamiento a las personas y el cariño", subraya Silvia Caballero.
AGUSTÍN BLANCO, MÉDICO JUBILADO. "Solo Dios sabe, pero mi mujer y yo no queremos una residencia"
Agustín Blanco y María Soledad Martínez, de 75 y 67 años, respectivamente, son un matrimonio atendido por la cuidadora Cristina, un ejemplo del auge de este tipo de relaciones laborales asistenciales en Burgos. Él, reconocido médico burgalés, es perfectamente válido, pero su mujer necesita del apoyo de una persona, especialmente cuando él no está en casa. "Siempre he creído que cualquier cuidadora tiene que estar asegurada porque así lo exige la norma y porque, si no, puede haber problemas". Bajo este sistema, primero fueron las monjas de María Inmaculada quienes estuvieron en casa pero, finalmente, recurrió a una empresa especializada para dejar de ser asegurador, "y es una excelente solución".
Contrató los servicios de la cuidadora a través de Cuidamos en enero de 2020 y Cristina pasó con el matrimonio los momentos duros de la pandemia. "No lo tomamos muy en serio con nuestros 5 hijos, uno está en Burgos, dos en Madrid, otro en Alemania y otro en Pamplona, y si han venido a vernos se han ido a un hotel y nos hemos encontrado en El Espolón". "La cuidadora nos acompaña y ayuda y a mí me libera para ir a pasear tranquilo", resume. De entrada, descartan una residencia "aunque solo Dios sabe lo que puede pasar en el futuro. La situación de las residencias ha sido caótica y desastrosa, se han hecho las cosas muy mal. Entiendo el desconocimiento médico ante un virus que ha irrumpido por sorpresa, pero se ha generado una tragedia entre la gente".
CRISTINA, CUIDADORA A DOMILICIO: "Pasamos muchos nervios con la pandemia"
Lleva cuatro años trabajando como cuidadora, ayudando a muy diversos tipos de dependientes. "Ahora trabajo de 9 a 2 con Agustín y Marisol y les ayudo en casa y acompaño a Marisol para que no le falte de nada". Matrimonio y cuidadora sortearon juntos la pandemia, "fueron días de mucho nerviosismo y locura porque ibas del trabajo a tu casa y siempre existía el miedo al contagio. Lo pasamos mal". La asistencia a domicilio, reflexiona Cristina, abre muchas puertas laborales máxime ante la realidad que ha implantado la covid. "He estado trabajando en residencias y he adquirido muchos conocimientos".