Cuando la vida salpica

I.L.H. / Burgos
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La Niña Vero expone en Caja Rural 'El hilo del Río', una instalación que homenajea a sus ancestros (Ignacio y Justo del Río) y muestra que lo que hacemos repercute en los demás

Además de los cuadros colgados, la Niña Vero ha creado una especie de pinacoteca con la obra no expuesta. - Foto: Alberto Rodrigo

La vida es un río dice el latinismo Vita flumen y el poema de Jorge Manrique. Y en ese discurrir del agua hay tramos con más o menos caudal, obstáculos que ralentizan su marcha, guijarros que sirven de apoyo y ondas producidas por quienes se mojan. La vida salpica, se contamina y purifica y se nutre del agua que viene de más arriba para seguir su camino. 

La Niña Vero hace de esa metáfora una exposición-instalación para acordarse de un apellido que tiene un pasado y un futuro. El hilo del Río rinde homenaje a su bisabuelo Justo del Río y a su tío Ignacio. El pintor está presente nada más entrar en la muestra que se inaugura esta tarde, a las 19 horas, con una de sus obras. «Está colocada en el caballete que me regaló cuando comencé a pintar de manera profesional. Y a él se lo había regalado su tío, que era Justo del Río. Porque mi bisabuelo tuvo como Ignacio una beca para ir a Francia, a París, y ahí se formó en pintura, aunque luego se decantara por el folclore». Al segundo le dedica un autorretrato vestida con el traje regional, cuadro hecho «con una piedra roja que encontré en el camino y un trozo de madera quemada», como pintaban los antepasados de Atapuerca.

De las mujeres de su familia ha heredado el saber hilar el hilo. Y con tejidos de ganchillo sembrará el suelo de gotas de agua. «Quiero que cada visitante lance la suya para que veamos cómo las ondas de cada uno repercuten en el resto».

Como todos estamos unidos por el hilo de la vida, ha creado en un lateral un río de semillas que además de agua tiene plásticos y otros contaminantes, para incidir en esa idea de que lo que hacemos salpica al resto. 

Y junto a esos materiales, están por supuesto sus cuadros, lienzos de mares y ríos, aguas y cielos, catedrales como huella de los antepasados y barcas varadas en el mar, que es el morir, que diría el poeta. Sin olvidar tampoco el elefante rosa que siempre le acompaña o las figuras (monos, ave fénix o caballitos de mar) con los que investiga últimamente a través del sulfato de cobre.

Porque aunque la muestra es de la Niña Vero, también está presente Verónica Alcácer. «Alcácer es mucho más reflexiva, filosófica y seria. Me gusta indagar e investigar, y la pintura me la tomo muy en serio.Y la Niña Vero, como decía Picasso, 'hay que pintar toda una vida para volver a ser un niño'. Es esa inocencia y pureza. Ya las dos les gusta jugar con las metáforas, la simbología y la semiótica».