Ni un minuto de calentamiento necesitó el público. Se apagaron las luces, le llevaron en volandas hasta el piano desde que puso un pie en el escenario y se lanzaron a cantar esa primera canción como si un maleficio los fuera a dejar sin voz al día siguiente. A los ojos, no me puedes mirar más de siete, más de siete segundos... Pablo López se ganó a sus seguidores un poquito más y se metió en el bolsillo a los que acudieron ayer a su concierto en el Coliseum sin ser fanes confesos o siendo solo renqueantes acompañantes. Una puesta en escena espectacular, su energía sobre las tablas, su cercanía y las muchas alusiones a un anterior concierto en la ciudad valieron para rendirse ante el artista malagueño, que paró a orillas del Arlanzón con su gira MayDay&Stay como una sin par víspera del cumpleaños feliz que hoy vive la Catedral. 

Al templo Patrimonio de la Humanidad aludió en una de las primeras palabras que dirigió al público, al que trató de tú a tú, creando una atmósfera casi confidente. A él le contó una historia. Le contó que en marzo del año pasado se escapó de casa. «Y me paré aquí, me paré aquí porque desde la A-1 se ve la Catedral (un ole, ole y ole del graderío acompañó la confesión), que está de cumpleaños, está en edad de merecer, 800 años, tengo colegas que tienen esa edad», bromeó antes de seguir con su relato. Se bajó aquí, dijo, porque en octubre de 2013 tocó en un hotel, en una gira de Cadena 100, y, otra vez ese tono confidente, «la primera vez que yo escuché a gente cantar mis canciones fue aquí». Aplausos, aplausos y más aplausos. 

(Toda la información del concierto, del resto de actos del VIII Centenario y un  extenso repaso a la actualidad de la Catedral y a cómo la perciben burgaleses y visitantes en la edición de hoy de Diario de Burgos)