El control de la velocidad en las calles de Burgos se ha convertido en uno de los principales objetivos de la Policía Local. Más aún tras los trágicos atropellos que se han producido en el último mes y que se han cobrado la vida de cuatro personas. A las campañas de concienciación y las medidas estructurales de calmado del tráfico -descenso de las máximas permitidas, pasos elevados e inteligentes-, se suma una mayor utilización de los radares. De hecho, el pasado año el Ayuntamiento adquirió un nuevo cinemómetro portátil que permitía sancionar simultáneamente a los vehículos que superan los 50 y los 30 kilómetros por hora. Un aparato que, a juzgar por los datos de la memoria anual del cuerpo presentada ayer por la concejala de Seguridad Ciudadana, Blanca Carpintero, ha sido de gran utilidad. Los dispositivos móviles y los fijos sancionaron a un total de 9.976 conductores, casi el doble que el ejercicio anterior.
Especialmente reseñable fue el repunte de infracciones detectadas por el radar fijo. Las denuncias se multiplicaron por cuatro al pasar de 1.630 en 2020 a 4.401 el año pasado. Esto no significa que los conductores pisasen más el acelerador o estuvieran menos atentos a la ubicación de las seis cajas repartidas por la ciudad -avenida Caja Círculo, avenida del Arlanzón, Esteban Sáez Alvarado, calle Santa Bárbara (2) y Casa La Vega-.
(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)