Kique Perales y Nicolay Moland se conocen desde hace años y han compartido baños en el Piélago y sueños paseando por la ribera del Arlanza. El primero nació hace 17 años en Covarrubias, de donde era su abuelo, el músico Ramón Perales, mientras su abuela Carol Donnelly, también con formación musical, era americana. Su vida ha transcurrido entre la villa, Madrid y Florida; tiene la doble nacionalidad y actualmente vive el Almuñecar en cuyo equipo de fútbol juega porque su meta es ser profesional de este deporte. Amante de la música, toca la guitarra y está empeñado en aprender flamenco. Covarrubias es su refugio, su remanso de paz donde disfruta de sus periodos vacacionales.
Nicolay, 18 años, y su hermana Ellen, de 16, nacieron en Bergen, la hermosa ciudad Noruega. Pero Covarrubias ha formado parte desde siempre de su vida, aquí pasan sus vacaciones de verano en la casa familiar que allá por los años 70 se hicieron en la villa su abuelo Gudbrand Fossan y su tío Oyvind, que residió varios años en la villa y fue presidente de la Fundación Princesa Kristina de Noruega, la figura histórica que ha entrelazado para la eternidad el país nórdico con Covarrubias. Nicolay cursa el Bachillerato Musical y toca el violín, mientras su hermana canta.
Los tres jóvenes son la tercera generación de aquellos ciudadanos noruegos y americanos que hace décadas se enamoraron de Covarrubias y siguen fieles cada año a esta tierra donde han echado raíces. Como cada verano, Nicolay ha vuelto este julio a la casa familiar rachela con sus padres y hermanos, pero en esta ocasión se ha traído a un grupo de amigos, compañeros de clase. Son Mathias Eidesund, que se ha traído su guitarra; Felix Espeland, que toca el piano; Jorger Moland, enamorado del piano y la batería y Katharina Maria Summva, que como Ellen Moland, canta. Estos jóvenes, todos tienen entre 16 y 19 años, es la primera vez que pisan tierra rachela, pero ya se han quedado prendados de ella y les gustaría volver el próximo año. Lo que no pensaba este grupo era que su estancia en Covarrubias les iba a hacer 'famosos' y protagonistas de un reportaje en la prensa local. Están flipando.
Anoche, este conjunto musical improvisado de los siete jóvenes ofreció un concierto de jazz en la Sala Arlanza, junto al arco del Adelantamiento. La idea surgió de Kique y Nicolay y de la Asociación Amigos de la Música de Covarrubias que preside Miguel Ortiz. No es la primera vez que estos dos jóvenes han colaborado y dado conciertos en la villa y algunos pueblos del entorno en verano, pero la experiencia de unirse todos los amigos ha sido todo un reto, ya que en apenas tres días programaron el concierto, una fusión entre música noruega y española, y sacaron tiempo para ensayar y armonizar todos los instrumentos.
Los noruegos, que también están acostumbrados a dar algunos conciertos en su país, aseguraban ayer que la experiencia de estos días está siendo muy enriquecedora y diferente en un escenario con «muy buena acústica». Nicolay y Kique habían pensado actuar en la ermita de San Olav, por la simbología que tiene para los noruegos, pero reconocen que es un espacio alejado del centro y que los vecinos podían tener más dificultades para acercarse. Al margen del lugar, para ellos lo más importante es que se valore sus aptitudes musicales y se les haya propuesto tocar y cantar en público. La música es una pasión para ellos, aunque con excepción de Mathias, no creen que se dediquen profesionalmente a ella en el futuro, dicen, y cada uno piensa ya en qué carrera elegirá tras el Bachillerato. En el caso de Nicolay lo tiene claro, estudiará una ingeniería y quién sabe, igual elige Madrid -donde vive su novia- para cursar esos estudios superiores.
A pocas horas de regresar a Bergen, a los amigos de Nicolay les cuesta decir adiós a esta villa que acaban de descubrir y que les ha parecido increíblemente bella y sobre todo, les ha hecho disfrutar del sol, «que no tenemos en nuestra ciudad», resaltaban. Por su parte, Nicolay, Kique y Allen seguirán unos días más en Covarrubias con sus familias.
Miguel Ortiz destaca que todos ellos están perfectamente integrados en la localidad, en la que participan de todas las actividades que se organizan y proponen, manteniendo el espíritu que hace décadas movió a sus antepasados a apostar por la villa rachela.