Sus menús actúan como el mejor reclamo, junto a la riqueza patrimonial y paisajística del lugar, para atraer a turistas nacionales y extranjeros a pueblos pequeños de todo el país. Conducen sus pasos hasta municipios no siempre bien comunicados, que asumen el importante papel de convertirse en escaparates de los productos locales y las señas de identidad de la tierra que los alberga. Ese es el gran valor de muchos restaurantes rurales, potentes armas contra la despoblación y la lucha por revertir la llamada España vaciada, que día a día deben enfrentarse a la falta de infraestructuras y las muchas trabas administrativas que implica ponerlos en marcha.
Con la idea de dar visibilidad a este colectivo de profesionales culinarios y analizar la situación de un sector que encuentra en el la ausencia de un relevo generacional su gran reto, hace unos días se celebró en Zafra (Badajoz) el I Encuentro Internacional de gastronomía Rural Terrae. Una cita imprescindible para los amantes de la buena mesa que reunió a 40 chefs de todo el mundo, a modo de altavoces de un trabajo muchas veces desconocido.
Uno de ellos fue Nacho Manzano (foto cocinando e imágenes de algunos de sus platos), que junto a su hermana Esther cuenta con dos estrellas Michelin en Casa Marcial, restaurante situado en una diminuta aldea a tres kilómetros de Arriondas (Asturias), y otro brillo en La Salgar (Gijón). Ambos nacieron bajo el mismo techo donde ahora deleitan a sus comensales. Casa Marcial fue colmado y local de comidas por encargo. «El único recurso que teníamos era nuestro hábitat y la memoria de mi madre», defienden.
La cocina vaciadaPor su parte, la chef María Solivellas (Ca na Toneta, Mallorca) apuesta por hacer un lobby de presión porque su oficio está vinculado a un acto vital como es dar de comer, en el que los productores son «los grandes olvidados». Esta cocinera autodidacta ve en «la falta de relevo generacional» en agricultores, pescadores y ganaderos el gran problema del sector. «La media de edad de mis proveedores es de 70 años y sus hijos no quieren seguir sus pasos».
También Ignacio Echapresto, que ha convertido a Daroca de Rioja en el municipio más pequeño de España con una estrella Michelin gracias a Venta Moncalvillo, pone el foco en las Administraciones y en la, a su juicio, falta compromiso con la gastronomía rural: «Me multan por recoger manzanilla de mi monte y tengo que importarla», ironiza.
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Kiko Moya, con un brillo en L’Escaleta (Alicante), defiende que «muchas veces la vanguardia viene de la periferia», mientras que para el canario Borja Marrero (Texeda) hay que «arraigarse a la cultura e historia, porque sin territorio no hay historia y sin historia no hay cultura». A él, las trabas administrativas para conseguir producto local le llevaron a buscar el autoabastecimiento, algo que, en cierto modo, despertó su creatividad.