Cuco, un imponente macho de raza alistana sanabresa, se acerca al coche cuando escucha el motor. Iván lo mira con la satisfacción del que se sabe que ha logrado cumplir un sueño, un anhelo que saborea mejor porque ha sido a base de sacrificio, tesón, empeño y mucho trabajo. «Es impresionante», dice en relación al animal, que pasta en la dehesa de Mambrillas entre vacas y simpáticos terneros de la misma raza, zamorana, autóctona de Castilla y León y en peligro de extinción. Son su orgullo, basta con ver cómo las contempla.
La idea de crear una ganadería de vacuno siempre rondó en su cabeza, «desde que estaba en la obra, sentado en mi mesa y con mi nómina a final de mes», explica este aparejador, oficio al que dedicó 10 años de su vida. El empujón definitivo se lo trajo la crisis en el sector. Fue ahí cuando empezó a dar forma, con pocos medios y ayuda de familiares y amigos, a su explotación vacuna en Campolara, su pueblo. «Desde el principio tuve claro que quería producir carne de calidad, y me recorrí toda España para aprender de ganadería y sobre las distintas razas para decidir cual sería la mejor para mi proyecto», comenta el ganadero, que se decantó entonces por la alistana sanabresa, «por esa calidad de la carne y por su capacidad de adaptación».
Hace ya 10 años que estas vacas, que se caracterizan por un singular flequillo y que tienen capa castaña y cornamenta alta, pastan en Mambrillas y Campolara. Entre ambos pueblos tiene unas 60 vacas divididas en dos rebaños. Uno en pureza, 100% alistano, del que utiliza las terneras para ir reponiendo y agrandando la cabaña; y los terneros para carne que él mismo transforma y vende directamente. El otro rebaño es de vacas alistanas con toro charolés cuyas crías vende para engordar a la industria, principalmente a empresas de Segovia o Cantabria.
(El reportaje completo y varias fotografías, en la edición impresa de este viernes de Diario de Burgos)