5.000 hectáreas de pinos. Esa es la masa forestal del monte de Quintanar de la Sierra, cuya ordenación ha cumplido ya medio siglo. Es perfecto, una maravilla, dicen los expertos y quienes mejor lo conocen y lo aman. Ese gran bosque casi infinito atesora la memoria de siglos y siglos de madera empleada en la construcción de catedrales, barcos, palacios, castillos, iglesias, casas... Desde aquella primera ordenación (todo el monte está parcelado en cuarteles, tramos y rodales), ese monte ha sido llevado al máximo de su capacidad. «Como conquista forestal es algo extraordinario», explica Antonio Martín Chicote, presidente de la Real Cabaña de Carreteros y forestal jubilado. «Se ha conseguido un récord de metros cúbicos de madera por hectárea: 243. No creo que haya montes con estas cifras». Esa es la parte positiva; la negativa, que esa superdensidad es un peligro por una cuestión muy sencilla: la acción imparable y dañina del cambio climático, que está provocando una mortandad de pinos como jamás antes se había registrado en los montes de esta comarca.
Ese monte de récord está diseñado para que nunca pase nada. Pero algo siempre puede suceder. Un incendio, por ejemplo, sería terrible. «Con esta superdensidad, si este monte ardiera sería Hiroshima». Tampoco podía preverse, hace medio siglo, el cambio climático, «que es el que está trastocándolo todo, es el que está matando el monte». Los largos periodos de sequía y las plagas son los asesinos de los pinos, que está muriendo silenciosa pero imparablamente, siendo las principales víctimas los ejemplares más antiguos -y, por tanto, los más valiosos-; son aquellos que tienen cerca de doscientos años, aunque también están muriendo más jóvenes. «Hace años que se dejó de hacer el recuento de árboles secos, que era muy importante. Esos árboles, si no se quitan, contagian su mal a otros.Es como si no enterráramos a los muertos. Imagina lo que pasaría. Pues esto es lo mismo».
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