El aeropuerto de Villafría permanecerá en barbecho de manera indefinida. El nuevo equipo de Gobierno del Ayuntamiento cortará por lo sano y dejará esta infraestructura en un segundo plano. Al menos, en el primer tramo del mandato recién estrenado.

Burgos se apartará de manera voluntaria de la infructuosa carrera por  atraer vuelos comerciales de una manera estable al asumir que, en este momento, no es un destino atractivo para las aerolíneas. Después de tres lustros de quebraderos de cabeza, apuestas fallidas, negociaciones sin premio y millones de euros destinados a inversiones técnicas y de atracción turística con un resultado pírrico, la administración local cambiará la estrategia mientras encuentra otras soluciones para dotar de vida a la pista.

«Burgos ha perdido su posición», resume la alcaldesa de la ciudad, una Cristina Ayala que pone el foco en otros asuntos mientras destaca la presencia de la escuela de pilotos de Villafría como un recurso más que interesante para la ciudad. «Es algo que funciona bien», valora, a la espera de que la empresa (FlyBy) defina su apuesta para la escuela de mecánicos proyectada en la capital.

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