Junto al viejo puente sobre el río Arlanza permanecen la casa y el jardín. Apenas nada ha cambiado en ese rincón de Tordómar salvo los seis rosales que recuerdan las seis vidas que un incendio silencioso y homicida se llevó hace ahora diez años, en plena madrugada, cuando todos los miembros de la familia asturiana que ese fin de semana ocupaban la casa dormían plácidamente. Ya no quedan huellas visibles de la tragedia, pero en la memoria de este pueblo permanece indeleble el recuerdo terrible de aquella fatal madrugada del 22 de febrero de 2014. Nadie ha podido olvidar la catástrofe, que se inició por el contacto de un foco de luz halógena con un cojín de espuma de poliuretano, que provocó la combustión y un humo negro que fue ascendiendo hasta la buhardilla, en el segundo piso, donde dormían las seis víctimas: María José Medio, de 59 años; su hija María Medio, de 36 años, y los hijos de ésta: Santiago, de 4, y Carmen, de 6; otra hija de la primera, Almudena Medio, de 35 años, y su hija Manuela, de 3 añitos.
La reunión había sido convocada por María José Medio, que había cumplido años y quiso celebrar la onomástica reuniéndose con sus tres hijas, sus yernos y sus nietos. Como unos vivían en Asturias y otros en Madrid, decidieron encontrarse a medio camino, escogiendo la casa rural Ribera del Arlanza de Tordómar, adonde llegaron la noche del viernes, resueltos a disfrutar de un estupendo fin de semana. Si la desgracia fue terrible, podría haber sido aún mayor si no se hubiese apercibido del humo uno de los varones que dormía en la primera planta, que pudo poner a salvo a los que dormían en ésta y en la segunda planta, y que se lanzó a la calle para pedir una ayuda que encontró -habían pasado las dos de la madrugada-, en el bar El Pescador, donde aún permanecía una cuadrilla de jóvenes del pueblo. Eran cinco -Yolanda, José Manuel, Daniel, Raúl y Rodrigo-. Se comportaron como héroes, porque no dudaron en acudir a la llamada de auxilio, en jugársela entrando en la casa para sacar a quienes aún permanecían en ella después de romper ventanas para que el irrespirable humo saliera.
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