El frecuente tránsito de personas por el paseo de la Isla ya hacía presagiar que la climatología acompañaría al disfrute de los dos espectáculos que se desarrollaron en el marco de la XXI edición del Festival de las Artes Enclave de Calle.
El tiempo cumplió y el público respondió. Numerosas personas, entre niños y adultos, no quisieron perderse en la tarde y noche de ayer la celebración en el Palacio de la Isla primero y en la carpa del parque de El Parral después los espectáculos de las compañías Circo Zoé y Cía Rasposo, respectivamente.
La muestra nació hace ahora veintiún años con vocación de acogida y bienvenida para con sus vecinos y turistas, y dos décadas y una pandemia después continúa con el objetivo de compartir la ilusión con personas desconocidas entre sí pero que se reconocen fugazmente en la magia de un sábado por la tarde.
Si hay un lenguaje que todo el mundo entiende es el de la sonrisa. Una mueca tan simple pero a la vez tan poderosa que no conoce idiomas, fronteras ni barreras. Un gesto tan necesario hoy en día al que le vale una mirada, una mímica con las manos o una expresión corporal para conseguir que durante al menos un rato los problemas y la tristeza se diluyan.
Así lo entendió la compañía italofrancesa Circo Zoé, que fondeó en el Palacio de la Isla su Naufragata, su ocurrente y galardonada propuesta escénica en la que, a través de peripecias acrobáticas con un toque de humor, y acompañada siempre de música en directo, la tripulación del barco invitó al público allí presente a un viaje lleno de imaginación y fantasía.
Sólo diez minutos tardaron los asistentes en romper la sintonía del espectáculo con sus aplausos y palmas para recompensar a los siete actores por su virtuosismo encima del escenario. Una acción que se repitió a lo largo de los casi cincuenta minutos que duró la función.
En un espacio mucho más íntimo, bajo la carpa ubicada en el entorno del parque de El Parral, Circo Rasposo, procedente del país galo, ensimismó al público con la representación y el estreno en España de Oraison, «una metáfora en torno a la imagen del payaso como salvador del caos», como señala su directora artística desde 2012, Marie Molliens.
Un circo poco convencional que ni el propio alcalde, Daniel de la Rosa, quiso perderse y en el que participó activamente junto al resto de asistentes.
Los trajes de lentejuelas, la música electrónica y la animación del comienzo fue dejando paso a un espectáculo cada vez más enigmático e íntimo, y hasta en ocasiones psicodélico, pero que acabó cautivando por su originalidad.
Sin apenas color y sin los tradicionales payasos, pero con un repertorio delicado, variado y cuidado de luces y sombras, de aire y fuego y, por supuesto, de lanzamientos de cuchillos y desequilibrios acrobáticos que llevaron al límite a los cuatro actores bajo las notas de un órgano y banjo.
El Festival de las Artes Enclave de Calle finaliza hoy su XXI edición con los espectáculos de las compañías burgalesas Tiritirantes en la iglesia del monasterio de San Juan (12,30 y 19 horas) y Teatro Atópico en la Sala Capitular del monasterio de San Juan (19 y 20,30 horas). Además, el público tendrá otra oportunidad de ver nuevamente en directo a Circo Zoé en los jardines del Palacio de la Isla (19,30 horas) y a Cía Rasposo en la carpa del parque de El Parral (21 horas).