El sábado fue el Día Internacional de la Meteorología, o sea, nuestro día, porque todos somos un poco meteorólogos.

-«¿Ya se sabe cómo va a hacer en Semana Santa?».

-«Malo, como todos los años, que cuando vuela bajo, frío anuncia el grajo».

-«Pues vaya». 

Habíamos cogido las gafas de sol y vamos a tener que echar mano de la bufanda para ver las procesiones sin morir de frío en el intento. Andamos estos días buscando partes meteorológicos que den cuenta del tiempo exacto que vendrá para planificar el ocio próximo, porque nos hemos acostumbrado a predicciones ajustadas y ya no sirven pronósticos inseguros, como los que hacía Mariano Medina, aquel hombre del tiempo con pinta de oficinista bondadoso. Antes el tiempo y el coñac eran cosa de hombres, como casi todo, pero ahora también lo es de mujeres y del chavalito de la Bureba que predice según las cabañuelas, que, como método no científico, exige tener los ojos bien abiertos los doce primeros días del año.

-«Vale, muy bien, pero ¿cómo va a hacer en Semana Santa?».

-«Malo, como todos los años, que marzo marceador, un día malo, otro peor».

-«Pues vaya». 

Dicen que para los once días que, bien estirada, abarca la Semana Santa, están reservadas el ochenta por ciento de las plazas hoteleras en Burgos y los días centrales la totalidad. Habrá que avisar a los turistas para que se traigan la rebeca y a la alcaldesa Ayala para que lleve el abanico si va a Sevilla a la procesión del Cristo de Burgos como hermana mayor honoraria y perpetua de la hermandad de San Pedro, que será una epifanía de fe, pendones y calor.

-«O sea, que va a hacer bueno en Semana Santa».

-«En Sevilla, hombre, en Sevilla. Aquí malo, como todos los años, aquí viento, viento a cornicabra que hiela a los niños que tienen barba».

-«Pues vaya».

mariajesusjabato@mariajesusjabato.com