Han dejado de vagar por los terrenos de Iglesiapinta, cada día más melancólicas y delgadas, pero por fin, el rebaño de vacas y terneros que en verano vendió Eusebio Juez a un ganadero de Carazo, tras el trágico atropello con un tractor a una vecina y familiar que acabó falleciendo, ya están en su nuevo hogar y alimentándose en condiciones para comenzar a recuperar peso, fuerzas y ánimo, porque las reses llevaban más de un mes sin paja y pienso y comiendo lo poco que encontraban pastando por este pueblo burgalés y sus alrededores.
Su nuevo dueño confirma a este periódico que, por fin, desde el jueves están ya en su explotación, pero tampoco ocultaba su enfado por la «odisea» que ha tenido que soportar durante todos estos meses desde que compró el rebaño, tiempo en el que no ha podido trasladarlas a su pueblo por los recursos interpuestos por la familia de las víctimas y hasta no completar el saneamiento ganadero en sus propias instalaciones, ambos temas resueltos finalmente en los últimos días y que han permitido que el comprador obtuviera las guías necesarias para poder mover los animales a su nuevo destino.
Trascendental fue que el Juzgado de Salas de los Infantes firmara el pasado lunes, día 12, una providencia firme en la que confirmaba que la acusación en el proceso judicial contra Juez renunciaba a presentar un nuevo recurso contra el auto de la propia instancia judicial que autorizaba la venta de las reses. Se despejaba así el camino que, después de tantos meses, ha acabado como los cuentos, con final feliz, aunque no lo parece tanto para su nuevo propietario. «Están peor que mal, ahora me toca levantar esos cadáveres», decía enfadado; «pero ya están aquí y no hay más que hablar», zanja tajante.
Desde que adquirió las reses en verano a Eusebio Juez, las han estado llevando paja y pienso, una vez que Juez dejó de alimentarlas al tener las cuentas embargas. Pero desde primeros de enero dejó de llevarlas alimento al no autorizarle a transportarlas, por lo que el rebaño, unas 40 vacas y una veintena de terneros, saltaron el cercado y cruzando la carretera de acceso a Iglesiapinta caminaban por el campo en busca de pastos.