Hace ya más de una década, cuando el sector de la logística no estaba tan en solfa como a día de hoy, los empresarios burgaleses ya advirtieron que el recinto de la Aduana podía colapsar si no se ampliaba. Y así fue. Es por ello que, a finales de 2011, el por aquel entonces alcalde Javier Lacalle planteó la necesidad de iniciar unos estudios para ampliar el complejo. Los terrenos elegidos fueron los únicos disponibles, situados al otro lado de las vías, en el antiguo aeródromo y justo antes del aeropuerto.
Medio año después, el Ayuntamiento solicitó a AENA la cesión de 60 hectáreas al sur de la terminal de Villafría. Sin embargo, y ante la acuciante necesidad de espacio, hubo que esperar hasta julio de 2014 para que el consejo de administración del gestor de los aeropuertos españoles diera su visto bueno a la cesión de un derecho de superficie.
El tiempo se fijó en medio siglo sobre 225.000 metros cuadrados próximos al aeropuerto de Villafría. Este gesto supuso un gran impulso al proyecto. En octubre de ese mismo curso la ministra de Fomento, Ana Pastor, se trasladó hasta Burgos para sellar este acuerdo. La inversión prevista rondaba los 9,4 millones de euros a ejecutar en tres fases distintas.
Parón. El proyecto se fue retrasando por una u otra razón, lo que enfureció tanto a la industria como a los empresarios. La gota que colmó el vaso llegó en plena pandemia, cuando Correos Express se quedó con la última parcela libre que quedaba en el antiguo complejo. El operador se hizo con el suelo más próximo a las oficinas del Cetabsa, dejando sin opción a la llegada de nuevas firmas. Unos meses antes, la entidad público-privada había reactivado los trámites para sacar a concurso la obra de ampliación, en este caso por 11,5 millones. El proceso de adjudicación trajo por fin buenas noticias, ya que el desembolso final se redujo un 40% hasta los 6,7 millones.