Cerco policial en la calle Briviesca ante el hartazgo vecinal

F.L.D.
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Acompañamos al cuerpo municipal en los controles de cierre en la discoteca Kaché y la prevención en los bares que absorben al personal que continúa la fiesta por la mañana

Policías locales se dirigen a realizar un control de aforo en uno de los establecimientos hosteleros de la calle Briviesca. - Foto: Alberto Rodrigo

Entre la puerta de la discoteca Kaché y la del bar La Clave hay, exactamente, 300 metros que se hacen en 4 minutos andando. Este es el recorrido de decenas de jóvenes que rechazan irse a dormir cuando el sol amenaza con desperezarse. Muchos con tal nivel de alcohol en sus venas que tardan un cuarto de hora en trazar la recta que forma la calle Segovia y que une el 56 de Vitoria con el 25 de Briviesca. Un camino que, en demasiadas ocasiones, está lleno de gritos, amenazas y peleas.

«Hoy es una noche tranquila», asegura Álvaro, oficial de la Policía Local al mando de un operativo que se repite cada fin de semana en este entorno, donde las agresiones y reyertas se han disparado. «Relativamente calmada», matiza, porque un par de horas antes dos personas se habían liado a puñetazos en plena calle. Esos problemas, los ruidos y la suciedad han colmado la paciencia de los vecinos. De ahí el dispositivo que moviliza a cinco patrullas del cuerpo municipal de viernes a domingo.

Quedan diez minutos para que el reloj marque las 7 de la mañana. Los porteros de la Kaché aligeran el ritmo de salida de los clientes, ya que no quieren problemas con la Policía. Y es que los primeros efectivos de la Local comienzan a llegar apenas instantes después. Las patrullas guardan distancia. Se dedican simplemente a vigilar que todo se haga con absoluta normalidad, en el menor tiempo posible y causando las mínimas molestias a unos vecinos que desde hace año y medio dicen vivir un calvario cada fin de semana.

El dueño de esta discoteca insiste una y otra vez que todo está en regla. Que cumple escrupulosamente el aforo y los horarios. Y que incluso limpia la calle para que los vecinos no se encuentren la suciedad que deja su propia clientela cuando salen a la calle. Con la Policía delante, los chavales se cortan a la hora de orinar en los portales, pero lo cierto es que en las esquinas del número 56 Bis y en las paredes de la plaza trasera el olor es molesto. También hay restos de vómitos, cachis, cartones de vino e incluso botellines de cerveza.

(El reportaje completo y las fotografías del control policial, en la edición impresa o aquí)