El 32% de la riqueza de la provincia se genera en sus polígonos industriales, lo que supone uno de los porcentajes más altos de España y, en cifras absolutas, son casi 3.000 millones de euros anuales en el balance provincial y el sostenimiento de 34.000 puestos de trabajo, el 21% del mercado laboral local. Todas esas cifras, recogidas en un reciente estudio económico realizado por la consultora Deloitte, se revalorizarán (o no) si Burgos afronta en tiempo y forma la transición energética, sin duda, el mayor reto al que se enfrenta la economía provincial en el horizonte 2030.
El desafío para los próximos seis años es muy importante y preocupa a los empresarios, especialmente por los cambios regulatorios y fiscales que afectan y alteran la factura eléctrica. Los objetivos de desarrollo sostenible incluidos en la Agenda 2030, la lucha contra el cambio climático y el nuevo modelo de producción limpia, ya están poniendo en jaque la competitividad de las empresas y en declive a algunos sectores para los que es más difícil la transición.
La industria burgalesa consume el 26% de la energía que mueve la economía provincial y, actualmente, en torno al 56% de esa energía procede de los combustibles fósiles contaminantes (principalmente gas), lo que descartará del mercado a aquellas empresas y actividades que los utilicen a partir de 2030.
El reto de descarbonizar los polígonos es para los expertos una oportunidad única para Burgos por la gran disponibilidad de energía renovable con la que cuenta la provincia, por su apuesta histórica por las fuentes energéticas eólicas y fotovoltaicas, que hoy suponen el 99,3% de la energía que genera.
Con industria puntera y energías renovables, argumentan, Burgos puede lograr la descarbonización de su economía de una forma más rápida, lo que supone una gran ventaja competitiva con respecto a otras provincias y países competidores. No lo dicen los manuales sino los expertos en la materia.
Uno de estos expertos es Marta Castro, directora de Regulación de Aelec, la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica, que integra a Iberdrola, Endesa y EDP y que defiende la electrificación de la industria como un paso clave hacia la transición energética.
«Burgos tiene que apostar por una industria más sostenible y para ello necesita seguir apoyando el despliegue de las energías renovables, que son claves para abaratar el coste del suministro eléctrico. Gracias a las renovables -subraya Castro- contamos con una electricidad entre un 20% y un 30% más barata que en el resto de Europa».
Lejos de perder competitividad, en este nuevo escenario económico/climático hay factores diferenciales que nos favorecen, como la gran cantidad de horas de sol, de viento y de agua que colocan a España la vanguardia de Europa, además de poseer una extensión de territorio que facilita el desarrollo de las plantas renovables y con empresas importantes con experiencia en este ámbito.
La directora de Regulación de Aelec -conocedora de la situación de la provincia por sus raíces familiares arandinas- estima que su liderazgo en producción renovable se debe reforzar con una apuesta por el desarrollo de tecnologías que permitan un mejor aprovechamiento de los recursos naturales.
«El almacenamiento de energía es necesario para la industria, así como el desarrollo y la mejora de las redes eléctricas. Una mayor demanda de electrificación de las empresas debe ir acompañada por una red más flexible y ágil. Si la industria solicita más capacidad de conexión y de acceso a la red, hay que dársela», subraya.
Es clave una planificación ágil de estas necesidades y que las inversiones en redes de distribución se anticipen a la demanda industrial. Asimismo, ve fundamental una digitalización de las redes para dar una respuesta a la industria. «Un suministro energético competitivo es clave para una industria de futuro», subraya Castro.
Aelec asegura que las empresas energéticas cuentan con la tecnología adecuada para la electrificación directa a escala industrial, «pero la industria necesita ayudas económicas, financiación y ventajas fiscales que incentiven el cambio de modelo y las inversiones en electrificación, especialmente las más cuantiosas y menos viables económicamente para estas empresas».
El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima estima un volumen de inversiones en transporte y distribución de 54.000 millones. «Todas estas inversiones pueden verse atendidas por ayudas desde la UEy desgravaciones fiscales que deben darse de la manera más ágil».
Cambios. La industria burgalesa tiene muy claros los desafíos del cambio climático, pues los exige el propio mercado en el que compiten, «y estoy convencido de que se irá adaptando a medida que existan tecnologías disponibles».
Toda la industria, explica Andrés Hernando, presidente de la patronal del Metal, emplea en mayor o menor medida la electricidad en sus procesos, salvo aquellos que necesitan grandes cantidades de calor, que aún emplean el gas. «Todavía existe una actividad para la que es más rentable utilizar los combustibles fósiles en sus procesos de calor, pero es una cuestión de tiempo y de necesidad para que den el cambio».
«Para generalizar el uso industrial de la electricidad se necesita una fiscalidad distinta que la haga más atractiva. El Estado necesita recaudar, pero lo tiene que hacer de otra manera y regular mucho mejor el precio de la electricidad para que la industria cambie masivamente los procesos que utilizan calentamiento con gas».