El parque de San Isidro se suponía que iba a ser «el pulmón verde de la zona sur», como comentan los vecinos de esta zona de la capital burgalesa. Pero ahora mismo se asemeja más a un «territorio abandonado». La maleza alcanza una altura considerable y con el calor que se está registrando estos días los residentes en los edificios cercanos temen que se pueda ocasionar algún incendio que les termine afectando. «Sobre todo los coches están muy cerca de algunos de los sectores en los que se concentra la hierba», sostienen.
Los propios vecinos son quienes cuentan cómo hace unos años, cuando todavía se celebraba el habitual campeonato de motocross en el circuito de San Isidro, la maleza se limpiaba para que no hubiese incidentes. Ahora «lo único que han limpiado son los contornos de los bancos», manifiesta Rafael, vocal de la Asociación de Vecinos Nuestro Barrio.
Por algunas parcelas denuncian que ni siquiera se puede ni pasear por la altura que alcanzan las hierbas secas. «Está indecente y si en algún momento alguien tira una colilla nos mete en un problema», defiende Viviana, que también expresa su malestar puesto que «en zonas así se pueden albergar animales como las garrapatas».
El año pasado, según Diego, otro de los vecinos, se encontraron dos víboras en uno de los portales aledaños. «A los niños te los tienes que llevar al parque de San Agustín porque aquí es un peligro», declara. «Sí que es verdad que los bancos los han limpiado pero ni siquiera se puede uno sentar en ellos». Esta es una imagen que se repite por la extensión que conforma el parque, puesto que tanto los asientos más cercanos a las aceras, como los que se ubican en el mirador, están «invadidos por la maleza».
El problema de los niños se extiende también a las personas que tienen perros. Estos también se centran en mostrar el estado del lugar reservado para los canes en lo alto del parque. «Si meto aquí a mi perro sale con garrapatas», manifiesta Alejandro refiriéndose a la altura de la hierba que rodea el circuito de habilidades para canes.
Subir hacia el mirador es encontrarse con dificultades. «Pusieron unos troncos con tierra y la tierra cuando llueve desaparece, solo quedan troncos y comidos por la vegetación», apunta Rafa. «El único espacio que ha tenido éxito aquí es el del skate», añade Daniel mientras hace memoria del uso que tienen los toboganes.
Precisamente son las estructuras metálicas las que reflejan el «abandono» del que hablan los vecinos. Las hierbas invaden el recorrido y al final de la bajada esperan restos de botellón. «Los toboganes desde el primer día han tenido problemas, yo antes me tiraba con mi hija pero ahora ya no lo hago», reconoce Alejandro. En diferentes puntos de la ladera se observan a su vez restos de basura, cristales rotos y cajetillas de tabaco vacías.
«En su día presumieron de que esto se ha cuidado pero no es así», explica Rafael. «No pedimos inversiones millonarias pero sí que haya un cuidado mínimo». Esa es la opinión generalizada entre los que habitan la zona. Del aparcamiento que se ve a los pies de la colina detallan que «cuando llueve al ser de tierra y estar en bajada, llena las calles de barro».
También se quejan algunos que en determinadas épocas las gramíneas causan estragos a la gente con alergias. «Vemos mascarillas porque las plantas están muy cercanas a la acera». Los vecinos esperan que la situación se arregle pronto, dado que, como ellos sostienen «existe un riesgo alto de incendios porque hay mucha hierba seca». Y ya no solo eso, puesto que hablan de que «ni siquiera se pueden sentar a tomar el sol» porque viven rodeados por un mar de maleza.