Gonzalo Arenal Arenal nació en Pradoluengo el 25 de noviembre de 1902. En una localidad donde la música ha sido siempre un alimento espiritual para sus vecinos, el joven Gonzalo pudo aprovechar el ambiente propicio, creado en torno a dos instituciones asentadas en la Villa Textil desde el siglo XIX, el Coro Parroquial y la Banda Municipal. En aquellos años, la banda estuvo dirigida por Rufino Castro y José Santamaría, quienes ejercían también como organistas en la parroquia y que, a buen seguro, fueron los primeros maestros de Arenal.
En estas dos agrupaciones, se coló desde muy pequeño nuestro personaje, aprendiendo las primeras nociones sobre sostenidos, bemoles y becuadros. Esta querencia infantil, se reforzó al marchar con tan sólo diez años al Seminario de Burgos, ya que entre los muros del noviciado, encontró otro baluarte en su formación: el maestro José María Beobide. Con él, Gonzalo Arenal estudió piano y armonía.
La carrera de este músico y compositor, se hizo pasión en Madrid, donde completó sus estudios de armonía, iniciando con mayor brío los de composición. En 1923, con apenas veinte años, ganó por oposición la plaza de maestro de capilla de la catedral de Teruel. Lo propio hará con la de Toledo en 1940, cargo que ocupó hasta su muerte. Arenal destacó principalmente por sus dotes de compositor, tanto de obras religiosas como profanas.
Entres estas últimas, recientemente ha aparecido entre los legajos propiedad del pradoluenguino Francisco Bacigalupe, una pequeña obra compuesta con tan sólo 23 años, y que lleva por título, La nieta del cachivirrio, ese personaje mítico del folclore comarcal. La letra se asoma a la tradición del romancero español, ya que la protagonista es una pastorcita que, como buena moza, se quiere casar. La respuesta de la madre aparece como contrapunto ante tan idílicas pretensiones, y dice así: «en esa cosa, no pienses en jamás (sic), pues que yo hija, yo, pues que yo hija, ya, con azotes do sabes, harételo olvidar».
En las Fiestas Patronales de Pradoluengo del año 1927, el Diario de Burgos de entonces informaba que en la misa mayor del Día de la Virgen se cantaría la misa a tres voces del maestro Perossi, sin duda, la obra referente del Coro pradoluenguino. Además, el decano de la prensa burgalesa apuntaba que, durante el ofertorio, se interpretaría, «el bonito motete a la Virgen, Asumpta est María, a cuatro voces, original del laureado compositor y maestro de Capilla de la catedral de Teruel, nuestro paisano don Gonzalo Arenal». Por tanto, con veinticuatro años, el maestro estrenaba una obra ‘grande’, de su propia cosecha, y en su pueblo natal.
En el centenario de la construcción de la iglesia de la localidad, celebrado al año siguiente, el Coro interpretó un Te Deum compuesto así mismo por Gonzalo, aunque, en esta ocasión, no lo dirigió personalmente, por hallarse cumpliendo el servicio militar en Zaragoza, como señalaba el puntilloso corresponsal del Diario. Ni corto ni perezoso, este mismo plumilla se extendía en ripios hacia la obra de Arenal, llegando a sobrepasar los límites del halago, en una especie de paroxismo laudatorio, al asegurar lo siguiente: «La falta de espíritu crítico, nos imposibilita para hacer de su obra el elogio merecido, pero en honor a su trabajo y a nuestra grande admiración, nos permitimos asegurar, sin temor a equivocarnos, que en su Tedeum, por la perfecta y sonora armonización, y por lo mucho que sabe decir en pocos compases, está reflejado un porvenir brillante. Es más, si nuestro paisano cultivase la música profana, podríamos decir con orgullo, que en Pradoluengo tenemos el germen de un segundo Beethoven».
Pero, sin duda, la obra por la que más se conoce a este autor, es por la archiconocida, Ya se van los pastores a la Extremadura, cuyas notas suenan a diario, entre otros, en los carrillones del Paseo del Espolón de Logroño.
Es posible que Arenal se basase para musicar sus estrofas, en alguna canción popular anterior. Es trabajo de los musicólogos, desentrañar este extremo. No obstante, en la Biblioteca Nacional de España, los registros de los años de la Segunda República le otorgan la autoría, aunque sus tonalidades muestran un aroma más antiguo. Sea como fuere, no cabe duda que su traspaso al pentagrama, fue todo un acierto por su parte.
Una noticia de su precaria salud, nos aparece al poco, en 1931, cuando el corresponsal de otro diario burgalés, en esta ocasión El Castellano, afirmaba: «Se encuentra enfermo de algún cuidado, don Gonzalo Arenal y Arenal, organista de la catedral de Teruel, cuyo pronto y total restablecimiento deseamos». A los dos meses, nuestro protagonista seguía aquejado de varias dolencias, como publicaba detalladamente la prensa local burgalesa.
Su temprana muerte en febrero del año 1948, fue enormemente sentida en Pradoluengo, como demuestran los funerales de que fue objeto, y la dedicación de la calle en que nació, además de los homenajes que recibió por parte del Orfeón Burgalés, que le dedicó una placa en su casa natal.
Su hermano Rufino, así mismo importante compositor, fue pensionado por el Gobierno para estudiar en Roma y París, junto a Manuel de Falla y Joaquín Turina. Del mismo modo, su temprana muerte a los treinta años, le impidió desarrollar su carrera. Otros miembros de esta familia, también fueron destacados músicos y, cosas del destino o de la época, también fallecieron jóvenes.