El oficio del portero es caminar sobre un fino alambre con un palo largo en las manos: a un lado del palo, los fallos. Al otro, los aciertos. Y prácticamente nada en medio. Solo el guardameta, mezclando talento y personalidad, intentando mantener el equilibrio. Gianluigi Donnarumma ha aprendido a golpes a ser, al mismo tiempo, el 'gigante' cuestionado por ciertos errores de bulto y el que aparece colosal en las grandes citas. Pero un 'gigante', al fin y al cabo.
En la tanda de penaltis de Anfield regresó ese aura que le persigue desde que decidió ponerse entre los palos y dejarse moldear por su tío Enrico en Castellammare di Stabia. La mística del Liverpool era brutal en las 27 tandas de penaltis que había afrontado en su historia: 20 habían terminado en triunfo rojo. Hakimi, capitán del PSG en el momento fatídico, ganó el primer sorteo (portería) y ganó también el segundo (comenzar lanzando). A 'Gigi' le tocó enfrentar su mística a la de los locales para terminar ganando: había salido triunfador en cinco de sus seis tandas. Ya son seis de siete.
A pesar de la épica y de sus 26 años, Donnarumma conserva mucho del niño que se crió en ese pequeño pueblo cercano a Nápoles y que nadaba contracorriente: todos los chicos de su equipo y de su colegio querían vestir de celeste y ser Maradona. Él ponía pegatinas del Milan en sus carpetas y cuadernos, y coleccionaba cromos de Gianluigi Buffon, su inspiración y guía. Encerrado entre los palos desde pequeño, su madre se vio obligada a acudir a los partidos con la documentación del 'pequeño': nadie se creía que aquel guardameta de 187 centímetros tuviera solo 11 años.
Pronto circularon por las canteras de Italia rumores acerca del 'gigante' sureño, y algunas de las principales escuelas del país se lanzaron a por él (Juventus o Nápoles entre ellas), pero aguardó la misma oportunidad que tuvo su hermano Antonio a los nueve años: vestir de 'rossonero'. Finalmente, a los 14 fichó por el Milan y lamentó que su tío Enrico (fallecido en 2007) no pudiese verlo.
Mal debut
Si la edad promedio de un portero es superior a la del futbolista porque la experiencia es fundamental, Donnarumma quemó etapas a una velocidad descomunal. A los 15 firmó su primer contrato profesional y a los 16 ya se entrenaba con el primer equipo. Y ya en la 15/16, descontento con el rendimiento de sus dos primeros porteros (Diego López y Christian Abbiati), Sinisa Mihajlovic, entrenador del Milan entonces, decidió entregarle la titularidad.
Fue un duelo ante el Sassuolo y falló. Erró más de la cuenta. Encajó un gol absurdo y perdió varios balones, lo que desató una furibunda e inusual ola de ataques hacia ese 'niño-prodigio' que venía para marcar una era en las porterías. El técnico croata salió como una fiera a defenderle: «¿Qué estaban haciendo ustedes a los 16 años?». Fue la primera vez de las muchas que, teniendo unas facultades asombrosas, tuvo que lidiar con el fracaso.
A base de golpes, Donnarumma fue progresando. Primero, asentándose en un equipo que sigue buscando su grandeza (solo conquistó la Supercopa italiana y fue en 2016). De ahí dio el salto a la selección: casi a la vez que Buffon decía adiós a la 'Azzurra' entre lágrimas, él daba el paso al frente. Debutó como internacional con apenas 17 años. Los vaivenes de Italia han sido también los suyos, amado y criticado a partes iguales, pero la Eurocopa de 2021 supuso su consagración: ganó el título y fue nombrado 'MVP' del torneo. Ese verano saltó al PSG y en Francia, donde sí ha tocado títulos (siete) busca ahora la gloria de la Champions. Poco a poco, extrañamente inseguro en el juego aéreo a pesar de sus 196 centímetros y sus 92 kilos, cómodo en el área pequeña y único en los momentos decisivos, noches como la de Anfield siguen cosiendo su sueño.