Febrero de 2025. En plena campaña de recogida de piñas en los pinares vallisoletanos, ni un alma, ni una máquina se escucha a lo lejos trabajar. "Este año nos podemos mantener por la capacidad de almacenamiento, pero no más. Puede ser la ruina. Es algo muy serio", apunta Javier Román, de Piñones Román Lorenzo. "Da igual si pateas Matapozuelos, Portillo o La Zarza. El escenario es el mismo", prosigue, derrotado, pesimista, ante lo que cree que "puede ser un antes y un después". Nadie recuerda nada igual en los últimos 50 años. Tal ha sido la desesperanza que todas las partes, de forma unánime, han decidido suspender la campaña de subastas, que debía haberse celebrado en octubre para recoger el fruto del 11 de noviembre al 31 de marzo, plazo legal de recolección que da la Administración autonómica, una de las patas, al tratarse en muchos casos de montes de utilidad pública.
La empresa de Javier Román ha pasado de 76 empleados hace un año a solo cinco en estos momentos. La causa: la reducción drástica, prácticamente del cien por cien, de la producción de piña, debido a un mal año, irregular, porque se trata de una especie vecera (que alterna años muy productivos y regulares con otros pésimos) y de la presión, cada vez más alta, del chinche americano, el Leptoglossus occidentalis, que hace más de un decenio que campa a sus anchas por esta tierra tras entrar en un buque mercante por Italia. Hasta la fecha, ningún país del ámbito mediterráneo ha encontrado una solución efectiva al problema, igual que tampoco la tienen los países de origen de la plaga, Canadá y Estados Unidos, donde sin embargo no tiene la misma relevancia económica al no contar con producción comercial relevante de piñón comestible.
Javier Román expone a Ical la realidad de un sector irregular. "Venimos de dos campañas muy buenas, pero en 2025 no hay nada, ni lo intentamos. Quizás ahora haya dos años sin producción, pero es normal, porque no hay tratamientos, ni riego ni se cuida como otras plantaciones", comenta, para matizar que a ello se suma la presencia del chinche, que "afecta al rendimiento, no a la producción", pues inyecta su aguijón y absorbe el líquido. Esto se traduce en que, mientras una piña normal puede tener entre 100 y 120 piñones, cuando es picada, se reduce a entre 30 y 40. "Baja mucho", continúa. De hecho, un rendimiento normal sería de un tres por ciento de la piña, es decir, que se aprovecha ese porcentaje de cada fruto, pero cuando es atacada por este insecto cae al 1-1,5 por ciento. El resto, sobre el 50 por ciento, es humedad, y más de un 40 son cáscaras, que "se aprovecha para calderas de biomasa".
Fuentes de la Junta han constatado una pérdida del rendimiento en piñón sano de las piñas, que se ha sumado al descenso en la producción por árbol. Así, entre 1996 y 2010 se obtenía una cifra de 2,6 kilos de piña sana por árbol (10 unidades por cada uno y 271 gramos de peso medio de cada fruto). Pero a partir de 2013, con la entrada del chinche, la cifra ha caído a 0,7 kilos de piña sana por árbol (4,2 frutos y 195 gramos de peso medio).
En conclusión, hasta 2010 el valor medio del rendimiento final en piñón blanco de las piñas verdes era de entre tres y cuatro por ciento, pero en la actualidad se ha reducido al uno. El porcentaje de piñones vanos, dañados o no desarrollados, que tradicionalmente suponen entre un 10 y un 20 por ciento del total de una piña, desde la aparición del síndrome han alcanzado y superado el 50 por ciento.
El jefe del Servicio de Gestión Forestal de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, Luis Ignacio Rojo, recuerda a Ical que este año, "de manera generalizada", todos los aforos que efectuaron los agentes medioambientales en junio "fueron muy escasos y recomendaban no subastar". Al parecer, añade, las sequías de hace tres años están detrás de esta "ausencia" de piña, no solo a nivel de montes de utilidad pública, sino también de particulares. De hecho, de más de 700 solicitudes de recogida de piña en un año normal se ha pasado a 31. "Y lo peor es que se espera que el próximo año sea similar a éste, aunque quizá algo mejor", vaticina.
El desarrollo total de la piña, desde la floración a la recolección y apertura, supone tres anualidades completas, por lo que las condiciones meteorológicas de un año tienen repercusión, "para bien o para mal", tres más tarde. En este sentido, las situaciones meteorológicas extremas "en cualquiera de los tres años repercuten en la producción final", debido a que es un producto "muy sensible", algo que repercute también en su precio.
Román coincide plenamente y señala que el pino piñonero tiene tres cosechas consecutivas, porque crece por fases. En este caso, se ve que para los dos próximos años años hay muestras, "pero todavía es muy pronto", asegura, cauteloso, ante la posibilidad de recuperar la producción de aquí a 2027.
Piñones Román Lorenzo es una empresa radicada en Matapozuelos (Valladolid) y realiza el ciclo completo: lo recoge, lo procesa y lo elabora para su venta. Otras compran la materia prima ya recolectada. En Castilla y León, sobre todo en la provincia vallisoletana, que cuenta con la mayor parte de la superficie de pino piñonero, casi todos los pinares los gestionan empresas de esta tipología. Actualmente es la principal firma de recolección nacional de piña, con cinco máquinas vibradoras que trabajan también en otros puntos del territorio nacional, así como Francia y Portugal.
El precio y la competencia de Asia
En este sector, los precios se establecen por parte de los clientes potenciales, siempre en sintonía con otros frutos secos, si bien "no influye la escasez de cosecha con el precio, sino el consumo", tal y como aclara Javier Román, quien advierte de que los problemas geopolíticos y bélicos en Europa y Oriente Próximo han provocado una reducción de este consumo. Actualmente, señala, en Italia "llevan seis o siete años sin cosecha y con un montón de enfermedades", un país donde ha desaparecido el 90 por ciento de las empresas del sector. "Nos tememos que eso pase aquí", lamenta.
En estos momentos, el "mayor problema" del sector es la competencia con Asia, sobre todo de China, que realmente es el puente para introducir en Europa piñón ruso de Siberia, dadas las sanciones impuestas a la Administración Putin en los últimos años por la guerra en Ucrania. "Este piñón nos está haciendo polvo. No tiene nada que ver en calidad con el nacional, pero bajan los precios", relata Román, que explica que el producto de Castilla y León tiene un valor de alrededor de 46 euros el kilo en grandes producciones, y este competidor, sobre 18-20. Además, los rusos "no tienen los mismos gastos porque cuentan con producciones enormes". Y afea que en muchos envases entre como 'pinus pinea', cuando "no tiene nada que ver y vale la mitad".
La producción media anual de los montes de piñonero de Castilla y León se estima en 5.000 toneladas de piña en pie y un rendimiento de 1.100 toneladas de piñón con cáscara. En los años de buenas cosechas se puede alcanzar las 9.000 toneladas de piña en pie y un rendimiento de 2.000 toneladas de piñón con cáscara. El pasado ejercicio, sin ir más lejos, se recogieron en torno a 8.000 toneladas, que pueden alcanzar un valor de 40,4 millones en el mercado, en función de los precios de cada momento. En todo caso, apunta Rojo, estas cifras han bajado "de forma notable" durante los últimos años, a causa fundamentalmente de las pérdidas de producción, que "están abocando al sector a un problema acuciante".
Román pone como ejemplo el mercado de su empresa, que tiene clientes nacionales que adquirían mil kilos al mes, pero hoy "compran 25 kilos de piñón origen Castilla y León y 900 de China". "El consumo a nivel nacional ha desaparecido. Si no fuese por mercados internacionales ya no existiríamos", comenta Román, quien cita a los países escandinavos como la salvación del sector, donde no tienen problema en pagar un poco más por un producto que adoran y que ha permitido abrir mercados como el suizo, gracias a su certificación como producto ecológico.
Su empresa está radicada en Valladolid, provincia piñonera por excelencia en España, con 84.000 hectáreas, dos de cada tres de Castilla y León, donde se contabilizan 125.700, una cuarta parte de España (490.000 hectáreas). En la Península Ibérica, la cifra alcanza las 650.000 hectáreas, dos terceras partes del área mundial. En la provincia vallisoletana había 50 empresas y ahora ya solo quedan las familiares. La firma se sostiene también gracias a que recolectan con las vibradoras fuera de su territorio de origen, en Madrid, en Portugal y, a partir de marzo, "algo" en Zamora. Además, remarca que a nivel económico, algunos ayuntamientos vallisoletanos obtienen un millón de euros por las subastas en montes de utilidad pública, "y este año cero". Y en otros municipios más pequeños, cifras que rondan entre 25.000 y 100.000 euros, con lo que este año "podría causarle un agujero a sus arcas".
Mejor con mayor estrés
Román apoya los resultados de un reciente estudio en Nueva Zelanda, donde existen plantaciones enormes de pino piñonero, que concluyen que es una especie que "necesita mucho estrés: hídrico, incendio, podas fuertes…, porque cuando lo pasa muy mal, lo que intenta es procrear". De hecho, es habitual que se genere una campaña "grande de piñas cuando antes ha sucedido algo, mucho estrés". Esto ha sucedido, por ejemplo, en pinares de Valladolid, como Las Arenas, en Portillo, que se calcinó hace años y después "ha tenido temporadas muy buenas de cosecha; incluso con sequías muy extremas, a los dos o tres años ha habido campañas muy buenas".
Por su parte, Luis Ignacio Rojo apunta que el piñón, en España, mantiene una recogida casi en exclusiva en las masas naturales, con lo que justifica la "irregularidad, tanto espacial como temporal y de limitaciones a las técnicas productivas". Si bien, ya existe material forestal de reproducción disponible -púas de grandes productores-, así como líneas de ayudas públicas, que "permitirían trasladar la producción al campo de la arboricultura", como ya ocurre con la almendra, el pistacho u otros frutos de especies arbóreas. Sin embargo este salto "aún no se ha dado de forma importante", probablemente porque el piñón "no es un producto muy conocido entre los propietarios de terrenos" y que los industriales nunca han sido propietarios de tierras.
Rojo explica que el "creciente interés" por el fruto del pino piñonero ha convertido este aprovechamiento en el "principal y de mayor valor económico" en gran parte de los pinares de piñonero en Castilla y León, como consecuencia de la demanda ascendente, "muy apreciado entre los frutos secos por su calidad".
En España, la producción se sitúa del orden de entre un cuarto y un tercio de la producción mundial, que se estima entre 12.000 y 15.000 toneladas, aunque con "tendencia claramente a la baja". El precio del piñón con cáscara en España oscila entre cinco y ocho euros por kilo, que equivale a un precio de piñón blanco (sin cáscara) superior a los 55 euros por kilo.
Ignacio Rojo manifiesta que el piñón comestible constituye, por su alto valor dietético, excelente sabor y connotaciones culturales asociadas a la dieta mediterránea, "uno de los productos forestales no maderables más emblemáticos del monte mediterráneo, con un mercado de varios cientos de millones de euros al año y precios finales de venta al consumidor que exceden los 100 euros por kilogramo". En la actualidad, por su precio es un producto gourmet, dispar a otros piñones comestibles, con características organolépticas diferentes, como el pakistaní o el chino.