De cómo Burgos acogió el Polo de Promoción

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El 30 de enero de 1964 se concedía esta figura a la ciudad con dos áreas industriales, Gamonal y Villalonquéjar. La capital cambiaría para siempre

la soledad del inicio. nicolás correa y taglosa, en medio de la ‘nada’. - Foto: Fede

Sea por su situación geográfica estratégica, sea porque Franco ‘debía’ a Burgos una recompensa por su fiel apoyo durante la Guerra Civil, lo cierto es que hace ahora 50 años, el Gobierno aprobaba la designación de la ciudad como uno de los dos Polos de Promoción Industrial, -el otro sería Huelva-.

Al calor de las políticas aperturistas impulsadas por el régimen franquista desde finales de los 50 con el fin de sacar al país de la autarquía de posguerra y dinamizar la muy maltrecha economía, y muy especialmente al calor del Plan de Desarrollo Económico y Social aprobado apenas un mes antes, los polos de promoción pretendían, como reza el BOE de 31 de enero de 1964 «crear importantes núcleos industriales impulsando unas concretas actividades económicas y sociales (...). Dichos núcleos ejercerán de influjo favorable sobre las zonas circundantes con vistas a la elevación de su nivel de renta». Y en el caso de Burgos el objetivo se consiguió.

Poco se conoce de cómo transcurrieron las ‘negociaciones’ para que Burgos fuese elegida. En febrero el gobernador civil, Eladio Perlado, aseguraba tras una reunión con 6 ministros en Madrid, que «Burgos ni está ni ha de estar ausente en el Plan de Desarrollo Económico» y ya en marzo de 1963 el corresponsal de Diario de Burgos en Madrid, de pseudónimo ‘Tachín’, adelantaba que «Burgos será Polo de Crecimiento dentro del Plan de Desarrollo Económico».

Desde esa fecha y hasta el 24 de enero -fecha de aprobación del decreto de creación de los polos- poco transcendió de las reuniones que se mantuvieron entre autoridades locales y nacionales más allá de las consabidas afirmaciones propias del régimen como cuando tras una recepción del Caudillo, el alcalde, Honorato Martín Cobos, aseguraba que este tenía a Burgos en la «parte más íntima de su corazón».

La previsión municipal

Sin embargo, sea porque las autoridades burgalesas fueron previsoras, sea porque existió un ‘chivatazo’ desde Madrid, lo cierto es que desde unos años antes el Ayuntamiento de la ciudad había comenzado a poner en marcha diferentes mecanismos tendentes a favorecer la llegada de nuevas industrias en una zona específica -lease polígono- y la reubicación allí de las existentes en el casco urbano.

Fracasados a finales de los 50 los intentos de crear un área industrial en el entorno de la carretera de Valladolid donde se ubicaba la SESA, las miradas se volvieron hacia los terrenos del recién anexionado municipio de Gamonal, para que una ciudad que por aquel entonces solo contaba con un puñado de empresas ‘potentes’ -la propia SESA, Cellophane, Campofrío o la Fábrica de la Moneda- acogiese a nuevas factorías.

Según recoge el libro Industria y Ciudad. Las actividades productivas y la configuración del espacio urbano en Burgos de los profesores Henar Pascual Ruiz-Valdepeñas y Gonzalo Andrés López, en 1962 el Consistorio respondía a la demanda de suelo industrial que existía convocando un concurso público para la concesión de suelo subvencionado a empresas dedicadas a la fabricación de herramientas y maquinaria.

Nacía así, el 24 de diciembre con la aprobación del pleno municipal, la Zona industrial de Burgos’ en unos terrenos conocidos como las lomas de Villímar. Fruto de esta oferta y de otra posterior llegaría la instalación de las oprimeras empresas -Nicolás Correa, Taglosa e ISSA-, que llegaron antes, por poco pero antes, que el Polo.

Poco importó entonces que su situación aguas arriba de la ciudad y la presencia de vientos del sureste impidiesen la ubicación de empresas potencialmente contaminantes. Desde el Plan de Ensanche de 1944, los poderes públicos tenían clara la expansión urbana sería hacia el este y a comienzos de los 60, los campos de Gamonal ya aparecían como la ubicación industrial idónea.

La llanura de la zona; la cercanía a núcleos como Villafría, Villayuda y Villímar, donde hipotéticamente podrían residir los trabajadores que llegasen hasta Burgos, y la cercanía al ferrocarril Madrid-Irún pesaron más que los defectos a la hora de decidir la ubicación. Además el desarrollo unos años más tarde de Villalonquéjar al oeste de la capital vendría a solucionar el posible problema de las empresas contaminantes, que por otro lado no fueron numerosas en Burgos.

Así las cosas, sería en estas dos zonas de la ciudad donde se asentarían las empresas adheridas al Polo, una vez que las otras dos zonas también previstas -una junto a Quintanadueñas y otra privada en Fuentemar- no cuajaron.