Dos obras burgalesas viajan a una exposición del Prado

R.P. B. / Burgos
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Se trata de unos 'sambenitos' procedentes de Coruña del Conde, porque también la Inquisición tiene enorme importancia en esta gran exposición sobre judíos y conversos, y de un 'Ecce Homo', obra de Alonso Sedano perteneciente a la Catedral

Ecce Homo. Alonso de Sedano. Óleo sobre tabla, 142 x 148 cm 1495-96 Burgos. Catedral de Burgos. - Foto: Daniel Salvador

Dos obras procedentes de Burgos serán protagonistas desde el pasado martes y hasta el 14 de enero de 2024 de 'El espejo perdido. Judíos y conversos en la España Medieval', exposición que acoge la sala C del edificio Jerónimos del Museo del Prado y que es la primera gran exposición, tanto por el número, un total de 69, como por la representatividad de las obras  seleccionadas, que recupera un espejo medieval: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los cristianos en España entre 1285 y 1492. Se trata de la tabla 'Ecce Homo', pintada por Alonso de Sedano y que pertenece al museo de la Catedral, y de una serie de sambenitos procedentes de la parroquia de San Martín de Tours de la localidad de Coruña del Conde.

El discurso visual, explican desde la pinacoteca madrileña, ilustra como las imágenes estimularon los intercambios entre cristianos y judíos, «pero también cómo contribuyeron decisivamente a difundir el creciente antijudaísmo que anidaba en la sociedad cristiana. Igualmente, se observa su utilización para estimular la conversión de los judíos y para justificar la sincera decisión de los nuevos cristianos. Por último, se destaca la creación de imágenes y escenografías en los primeros tiempos de la Inquisición».

Seleccionada entre las 15 muestras imprescindibles de este otoño en Europa por la revista ARNET y comisariada por Joan Molina Figueras, jefe de Departamento de Pintura Gótica Española del Prado, el eje vertebrador de la exposición es la percepción que los cristianos tuvieron de los judíos y, a partir de 1391, de los conversos descendientes de judíos. La definición de una alteridad visual de estos dos colectivos estuvo determinada por razones religiosas, sociales, políticas y, al final, incluso raciales. En definitiva, por las creencias, miedos y ansiedades de los cristianos. Las imágenes de esta exposición nos recuerdan que, si bien la diferencia existe, la alteridad se construye».

En el catálogo de la obra, el propio Molina Figueras señala, en referencia a los sambenitos, que «pese a la sistemática destrucción ordenada en el siglo XIX de todos los símbolos inquisitoriales, los sambenitos conservados en Coruña del Conde constituyen un excepcional testimonio, casi de primera hora -se trata de conversos procesados entre 1490 y 1509-, que han resistido al paso de los siglos. En puridad se trata de mantas, los lienzos de mediados del siglo XVI que sustituyeron a los sacos de lana originales. La primera de todas ellas, presidida por una cabeza de lobo con una boca abierta de la que sale fuego -símbolo de la herejía-, está dedicada a maestre Juan, cirujano de Coruña, quemado en 1490 por «hereje apóstata judaizante». Una acusación que sufrieron igualmente los otros cinco vecinos de la misma población que fueron reconciliados y cuyos textos están encabezados por la cruz de san Andrés. En los seis casos, se repite el mismo esquema compositivo: nombre y motivo de la condena, pena y año. Con su solemne exhibición los sambenitos contribuyeron a la definición de grandilocuentes escenografías. Además de su capacidad para metamorfosear visualmente el interior de una iglesia, a menudo se conjugaron con programas e imágenes de signo inquisitorial».

Por su parte, de la tabla catedralicia, Cèsar Favà Monllau destaca que «el índice acusador de Pilatos y de uno de los sacerdotes judíos se suman al gesto iracundo de ciertos espectadores y al carácter perverso de los dos verdugos, remarcado tanto por sus actitudes como por su apariencia. Uno, de tez oscura, saca la lengua y tira de la soga atada al cuello de Cristo, de acuerdo a un motivo de larga difusión iconográfica, mientras que el otro viste jubón amarillo y ostenta nítidamente el perfil otorgado a los judíos.