1999. Un gobierno de izquierdas

Á.M.
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El PP se enfrentaba trémulo a una reválida complicada por la irrupción de nuevas fuerzas en el salón de plenos. El desastre 'popular' fue notable (perdió 6 ediles) y Ángel Olivares logró ser investido alcalde tras pactar con IU y TC

Una imagen para la historia. Ariznavarreta (i), felicita a Ángel Olivares - Foto: Ángel Ayala

El paso por las urnas en junio de 1999 acabaría siendo uno de los más decisivos de la historia reciente de la ciudad. Demostró que la derecha era vulnerable si se acomodaba, que el PSOE podía gobernar si entraban en escena partidos ‘minoritarios’ dispuestos a pactar y que la ciudad no perdonaba ciertas actitudes políticas. Sí, la ciudad, porque los votantes capitalinos le dieron 6.000 votos más a la candidatura del PP a las Cortes de los que dieron a su plancha para el Ayuntamiento.

La cosa venía del último gobierno de Valentín Niño, que no volvería a presentarse pero sí vio cómo su concejal de Urbanismo, Ángel Ariznavarreta, se encaramaba a lo alto de la lista. El PSOE apostaba por Ángel Olivares, que había adquirido rango de Estado tras su paso por, fundamentalmente, la Dirección General de la Policía. IU venía de tener cinco ediles (los mismos que los socialistas) pero temía que la inclusión en las listas del PSOE de algunos de los suyos (José Moral, sobre todo) le hiciera daño en forma de voto útil.

Paralelamente, crecían las aspiraciones de dos partidos ‘nuevos’. Los nacionalistas castellanos de TC crecían levantando la bandera de Burgos y el hostelero Juan Antonio Gallego creaba APBI como soporte del circense Álvaro Baeza, que a la postre vino a Burgos a no aportar nada, llevarse mucho dinero y dejar cuentas pendientes con la Justicia. Sin embargo, arrastraron a casi 10.000 burgaleses a su sardina con promesas tales como la de dar a todos un piso por 10 millones de pesetas y otras necedades del calibre. Burgos se convirtió así en la risa de media España.

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Sonrojos aparte, la suma dio por primera vez desde la Transición para desplazar a los conservadores del Ejecutivo municipal. El PP perdió 16 puntos porcentuales y seis escaños en un hecho claramente local, puesto que Juan José Lucas fue presidente de Castilla y León con mayoría absoluta y el PP ganó las Europeas (al igual que este año, coincidieron tres comicios en la misma fecha) con toda claridad.

El resultado se celebró en la sede del PSOE (9 ediles) como una victoria la misma noche electoral y los contactos a tres bandas (PSOE, IU y TC) fueron raudos en busca de un acuerdo que, en principio, iba a ser de investidura. El PP tentó su suerte, pero pronto se topó con la negativa de todos los grupos. La noche electoral fue la más dura que se recuerda en la fiesta de los ‘populares’. Fue un joven presidente provincial, Juan Vicente Herrera, quien tuvo que salir a dar la cara. Y lo hizo.

El 3 de julio de 1999, Ángel Olivares se convertiría en alcalde de Burgos tras ceder buena parte del Ejecutivo a los comuneros y a IU. Como es sabido, los nacionalistas castellanos romperían el pacto poco más de un año después y comenzaría una etapa de gobierno en minoría que el PP aprovechó para bloquear la acción del ejecutivo, lo que a la postre le serviría en bandeja el discurso de la siguiente campaña.

 

TRENES, POLÍGONOS Y EL MEH. Fueron varios los frentes en los que se libró la batalla de las promesas. La decisión de desviar el tren en lugar de soterrarlo jugó un papel importante, como también la necesidad de gestionar más suelo industrial (la tercera fase de Villalonquéjar se iniciaría en plena campaña, pero ya se pedía la cuarta). En estos años se fraguarían los dos consorcios de los que tanto se ha hablado en los dos últimos mandatos.

El megacívico de San Agustín -que sería el segundo de la ciudad tras el de Río Vena- se exponía en maqueta y planos y se iniciaban las obras del polideportivo de Pisones. Ariznavarreta no dejaba de repetir que había puesto suelo en el mercado para 1.300 VPO, pero el votante tenía prisa, y mucha. Olivares había prometido, como así hizo, cambiar el planeamiento sobre Caballería y que en vez de viviendas se construyera el Museo de Atapuerca, después ampliado a las tres piezas ya conocidas. Se habló de comercio como nunca. La poderosa FEC apretaba y el recuerdo de dos obras concatenadas en la Plaza Mayor hizo mella. Se acabó creando la Concejalía de Comercio que todavía existe y se lanzaron multitud de planes de dinamización. Sin embargo, la puerilidad de los minoritarios y la consecuente inestabilidad acabarían devolviendo el gobierno absoluto al PP.