Era la primera vez que Burgos votaba en el periodo democrático sin que José María Peña San Martín fuera candidato a la Alcaldía por algún partido conservador. Su inhabilitación judicial le desalojó de la Alcaldía en junio de 1992, lo que le obligó a ceder el testigo a uno de sus concejales: Valentín Niño. Este hecho, obvio, marcaría buena parte no ya de la campaña, sino de todo lo que aconteció en los años venideros.
Por contra, el PSOE no lograba capitalizar en votos la caída de un alcalde hasta entonces inalcanzable en las urnas. Presentaba a Cándido Palacios como propuesta, pero se medían por la derecha con un Niño que se supo ganar rápidamente a la gente y con una Izquierda Unida musculada y capaz, como sucedería, de ponerse farruca. SI trataba de mantenerse en el ajo (Peña intentó, sin éxito, ser procurador en las Cortes regionales y colocó al abogado Antonio Mateos como candidato a la Alcaldía), pero los votantes tomaron decisiones drásticas. La primera, sacar a SI del salón de plenos. Se quedó en algo más de 3.000 votos que acabaron con la franquicia hasta su tímido regreso en 2003.
Eso llevó a la segunda decisión de las urnas: otorgar al PP la mayor victoria en número de votos cosechada bajo esas siglas en toda su historia. Valentín Niño, acompañado de otros cinco significados ediles de Peña, barrió y obtuvo más de la mitad de los votos válidos en la capital (el 51%). Y la tercera sentencia fue para el Partido Socialista. Hay que circunscribir estos comicios en el contexto nacional. El propio José María Aznar, ya al mando de los ‘populares’, hizo campaña por toda España señalando que las Elecciones municipales y regionales eran plebiscitarias para la Moncloa. Fueron los peores días del PSOE de Felipe González y los socialistas burgaleses tocaron fondo: cinco concejales, 10.000 votos perdidos e IU soplando su oreja. Hasta cinco ediles logró meter la coalición de izquierdas en el plenario municipal, que en algunas fases del recuento rebasó a los socialistas (apunten que el recuento, hace 24 años, no se seguía pulsando F5 en un ordenador conectado a internet). Para hacer oposición, eso sí.
1995. Niño hace historiaEl ‘exotismo’ de los comicios fue la candidatura de Antonio Martínez Laredo. Bajo las siglas del PUL (Progreso, Unión y Libertad), el expresidente del Real Burgos vino desde Madrid a decir que llevaría las barracas a las Veguillas, que el fútbol local volvería a la élite y otra serie de lindezas. Obtuvo su escaño con 6.000 votos en la saca. Tomó posesión del acta. No volvió.
Fue también el momento de la entrada en acción de concejales que después tendrían protagonismo en la trama municipal. El más destacado, un estudiante de 25 años llamado Javier Lacalle que ahora intenta ‘tripitir’ en la Alcaldía. En suma, los comicios del 95 se ven con la razón del tiempo como una bisagra en la historia del municipalismo burgalés. Abrieron un periodo que constituiría grandes cambios y demostrarían que la ciencia política es de compleja aplicación en el suelo (bendito o no) de Burgos.
LOS HIPERMERCADOS, A ESCENA. Al igual que sucedería en la década consecutiva, la política de promoción de vivienda pública estaba en todos los programas electorales. El PSOE hablaba de 6.000, una incipiente Tierra Comunera de 6.000 para vender y 2.000 para alquilar... La subasta era dura. Huelga decir que no se promocionó ni una décima parte de esos hogares protegidos.
También fue dura la ‘guerra de los hipermercados’. El pleno aprobó sobre la bocina el último informe de Pryca, pero ya se barruntaban otros dos macrocomplejos (Continente y Jumbo, hoy sedes de Carrefour y Alcampo) y el comercio tradicional estaba en armas. Otras derivadas de la campaña pasaban por la rehabilitación del Teatro Principal (que algunos, como Peña, querían como sede del Ayuntamiento) o por la conveniencia de ir pensando en qué hacer con una plaza de toros que ya entonces daba síntomas de senectud.
A pesar de que Peña sacó toda la Artillería contra sus compañeros, a pesar de la imponente maquinaria nacional del Partido Socialista, a pesar del mejor resultado de IU, Valentín Niño acabó siendo el alcalde con más apoyo electoral de la capital burgalesa a las siglas del PP. Un hito aún hoy por superar.