«Hay que promover una cultura de la vejez»

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Así opina Diego Gracia, 'padre' de la bioética en España y próximo doctor honoris causa por la Universidad de Burgos. Fue catedrático de Historia de la Medicina de la Complutense y primer presidente de la Comisión de Bioética de Castilla y León

Diego Gracia, 'padre' de la bioética en España y próximo doctor honoris causa de la UBU.

Considerado el 'padre' de la bioética en España y creador del primer máster que sobre esta materia se impartió en el país, Diego Gracia, flamante doctor honoris causa por la Universidad de Burgos, fue catedrático de Historia de la Medicina en la Complutense, cargo en el que sustituyó a su maestro Pedro Laín Entralgo. Gracia (Madrid, 1941) mantuvo también una relación personal con el filósofo Xavier Zubiri y con el jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado en El Salvador en 1989, y durante unos años presidió la Comisión de Bioética de Castilla y León, órgano creado en 2002. El próximo mes de octubre recibirá el nombramiento en el Paraninfo de la UBU, por lo que se siente «muy agradecido», según ha explicado a este periódico: «Cuanto más años tiene uno y más cosas cree que sabe, más cosas también sabe que no sabe. Esto parece una paradoja, pero es verdad, y además tiene mucha historia. Sócrates, el padre de la filosofía occidental, nos enseñó que el saber más difícil es el 'saber del no saber'. Tener conciencia no solo de lo que se sabe, sino sobre todo de lo que no se sabe. Algo que no resulta sencillo, y que le hace a uno profundamente humilde».

¿En qué momento se encuentra la bioética en España?
Es una disciplina muy joven, con menos de un siglo, que en las últimas décadas ha cobrado una gran importancia, hasta el punto de haberse convertido hoy en una materia de estudio en todas las facultades de Medicina y de ciencias afines. Las ciencias biológicas han avanzado en un siglo más que en toda la historia anterior, y eso plantea muchos y graves problemas éticos. La bioética intenta contribuir a la gestión racional y prudente de esos problemas.

Se trata de una materia que de forma intuitiva todo el mundo puede entender que se aplica a los profesionales sanitarios de perfil asistencial. ¿Debería estar presente en otros ámbitos de la salud como la gestión o distribución de los recursos?
Por supuesto. De hecho, la bioética no es algo así como la ética de los médicos o cosa parecida. Atañe y compete a toda persona en el momento actual. A todos nos concierne el problema de la vida, del presente y futuro de la vida. Y todos estamos preocupados por ello. Piénsese, por ejemplo, en la preocupación por el medio ambiente, o el cambio climático. La ética trata de los deberes, y cada vez son más importantes los relacionados con el presente y futuro de la vida y con la calidad de vida.

¿Cuáles serían esos deberes en el ámbito del medio ambiente?
Este es un campo nuevo, en el que todavía casi todo están por hacer. Pero, por ejemplo, hoy ya prácticamente nadie cuestiona algo que hace solo dos décadas era impensable, como, por ejemplo, que pueda hablarse de deberes para realidades distintas de los seres humanos, como es el caso de los animales o el medio ambiente. Incluso se les considera sujetos de derechos, cosa que pocos años atrás se veía como absurdo.

En los últimos años asuntos vinculados a esta materia como el aborto o la eutanasia han sido objeto de grandes debates políticos. ¿Cree que han tenido altura?
Las leyes en general, y las penales en particular, no dicen lo que hay que hacer sino exactamente lo contrario, lo que no hay que hacer, lo que está prohibido. Las leyes sobre la interrupción del embarazo y la eutanasia no obligan a nadie sino que solo indican en qué condiciones esas prácticas no son consideradas delitos. De ahí la importancia de no confundir, como es tan frecuente en nuestra sociedad, la ética con el derecho. La ética tiene por objeto educar a las personas de modo que sepan lo que deben hacer, con independencia de lo que marque la ley. Como, por otra parte, las leyes se hacen en los parlamentos, que están compuestos por personas que son hijas de la sociedad en la que viven, si en esa sociedad la formación ética de los ciudadanos es deficiente, como es el caso de la nuestra, el resultado será que las leyes tampoco serán las óptimas, como consecuencia de la deficitaria formación ética de sus parlamentarios. A mi juicio, un problema muy grave de nuestra sociedad es la baja calidad de la enseñanza de la ética en nuestros centros educativos.

¿Y cómo cree que podría paliarse este déficit en los colegios e institutos del país?
Las leyes de educación las hacen, desdichadamente, políticos, personas que no solo no tienen una buena formación en estos asuntos, sino que además tampoco demuestran mucho interés por compensar esa deficiencia. El resultado es que la legislación sobre estas materias es muy pobre, y en algunos puntos, cada vez peor. Cada gobierno cree que debe reformar la ley de educación del anterior, y el resultado es que, en vez de mejorar, en puntos muy sensibles estas empeoran.

La covid fue un buen ejemplo de lo mucho que queda por hacer en ética médica. Muchos profesionales no  respondieron bien porque no habían sido formados para ello»

¿Por qué los temas que tienen que ver con el principio y el final de la vida y los debates que plantean son tan peliagudos?
Los seres humanos no estamos aquí desde siempre y para siempre. Tenemos principio y fin, venimos y nos vamos. Y en las cercanías de esos confines, nos encontramos débiles, cuando no enfermos y muy necesitados de ayuda. Por otra parte, no sabemos muy bien dónde están los límites entre la vida y la muerte. De hecho, la medicina ha tenido que cambiar en este último siglo el diagnóstico de muerte. Muchas personas que hace menos de un siglo se daban por muertas, hoy no lo están. En la Facultad de Medicina no había aún una unidad de cuidados intensivos en los años en que yo estudié la carrera. Los confines de la vida son la mayor fuente de conflictos en medicina. Pero conviene no olvidar que nunca en la historia se ha cuidado a los enfermos en las fases finales de su vida con la atención con que hoy se les atiende. 

Muchas veces se dice que la sociedad actual le da la espalda a la vejez, el dolor y la muerte. ¿Cree que deberían estar más presentes en el debate público?
Vivimos en una sociedad en la que la esperanza media de vida al nacimiento es superior a los ochenta años, y pronto se acercará a los noventa. De ahí que cada vez sea más abundante la población de la llamada tercera edad. De hecho, se ha convertido en una tercera parte de la vida de las personas. Pero nadie nos ha educado para ella. En la primera parte de la vida se nos educa para rendir en el trabajo que desempeñaremos en la segunda parte, pero para la tercera nadie nos ha educado. Se las llama clases pasivas. Es un error. Debe vérselas como clases activas y muy activas, que tienen que desempeñar un papel fundamental en la sociedad. Desde hace años vengo proponiendo la necesidad de promover una 'cultura de la vejez. Los viejos pueden y deben transmitir a las jóvenes generaciones valores como nadie mejor que ellos puede hacerlo.

Somos la primera generación de la humanidad en llegar a los 80 años.  Deberíamos estar contentos»

¿Cómo cree que se gestionó la crisis de la covid desde el punto de vista ético? Mucha gente murió en la soledad de una habitación, tanto en hospitales como en residencias de ancianos… ¿Se pudo mejorar? ¿Qué cree que nos enseñó la pandemia en materia de bioética?
La crisis de la covid es un buen ejemplo de lo mucho que queda por hacer en ética médica. Ante una crisis tan enorme como la que se vivió, los profesionales de la salud no supieron en bastantes ocasiones responder adecuadamente porque no habían sido bien formados para ello. Esos defectos de formación se notan sobre todo en las situaciones de crisis, como la que vivimos. Así que es imprescindible aprender de los errores.

¿Cuál fueron, a su juicio, los peores que se cometieron?
Algunos fueron del dominio público y muy comentados. Por ejemplo, el que en algunos casos se discriminara en el ingreso hospitalario a las personas ancianas o a las que vivían en residencias de ancianos. Las prisas nunca son buenas para la toma de decisiones, y en situaciones tan críticas como las que se vivieron, no siempre se tomaron las decisiones correctas. De esos errores hemos aprendido algunas lecciones que sin duda nos servirán para las crisis que puedan presentarse en el futuro.

¿Cuál es el avance tecnológico que está suponiendo ahora mismo más debate ético? 
Hay muchos, pero quizá el último es la inteligencia artificial. Como casi todo en la vida, su potencial benéfico es tan grande como su potencial maléfico. Esto lo hemos visto ya antes en el tema de las redes sociales. Esto explica que haya habido que crear categorías hasta hace poco desconocidas, como la de fake news. ¿Cómo discriminar críticamente lo verdadero de lo falso en las noticias que nos presentan las redes sociales o la inteligencia artificial? Cada vez será más necesario el educar a la población en el pensamiento crítico, una de nuestras asignaturas pendientes.

¿Qué le parecen los esfuerzos que realizan algunos millonarios para ralentizar el reloj biológico y encontrar para ellos la eterna juventud? Acondicionadores celulares, cápsulas presurizadas, investigación de fármacos que alarguen la vida…
Hay un lema frecuente en cuidados paliativos que creo que puede sernos de utilidad. Dicen que más que dar años a la vida es preciso dar vida a los años. Somos la generación en la historia de la humanidad que ha conseguido, por vez primera, llegar mayoritariamente a los ochenta años, y además con buena calidad de vida. Creo que deberíamos estar contentos con nuestra suerte y preocuparnos, sobre todo, de vivir esos años que nos han tocado en suerte del modo más pleno posible.