Postales del patrimonio perdido

Ó.C. / Miranda de Ebro
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El CIMA acoge hasta el 31 de agosto una exposición con imágenes de edificios desaparecidos en Miranda, con el reto actual de «proteger lo que tenemos»

Las postales cedidas por el coleccionista Alberto Otal son la base de esta muestra, que parte de imágenes antiguas de Miranda, en concreto desde 1902. - Foto: DB

En el centro de Interpretación de la Miranda Antigua (CIMA) están acostumbrados a enseñar los atractivos de la ciudad. Las rutas por el Castillo o el jardín botánico acercan a los visitantes al legado que se conserva, aunque hasta finales de agosto esta dependencia municipal ofrecerá una exposición que pretende justo lo contrario: mostrar lo perdido. Así, sus responsables indican que «creemos que la Miranda del futuro debería de hacer un esfuerzo por conservar y proteger los edificios de otras épocas». Para dar forma a la muestra, han contado con la colección de postales de Alberto Otal, quien detalla que cuenta con más de mil instantáneas.

Con ese número, se observa «la evolución que ha tenido Miranda», indica Otal, que explica que parte de «la primera serie de diez postales emitidas en 1902». En ellas, se «ve el castillo original», pero también tiene ejemplos  de un Casco Histórico diferente, «con la plaza de España más cerrada, porque luego se amplió y se puso el quiosco», recuerda el coleccionista, quien también enseña otras instantáneas en las que se detecta la formación del ensanche hacia la actual calle La Estación.

En el CIMA  puntualizan que hay casos en los que «el patrimonio se ha transformado, aunque no siempre ha sucedido de manera exitosa». En la exposición destacan edificios «como el que se llamaba el parador y que se quemó en 1931». Su origen muestra el crecimiento de la ciudad, cuando las posadas se quedaron pequeñas porque aumentaron «los arrieros y los comerciantes que cruzaban el puente tras unas mejoras en la red de carreteras». Para ampliar la oferta, se construyó el inmueble «en el camino real», en una zona que ahora delimita la calle Santa Lucía y Gregorio Solabarrieta. También recuerdan lo perdido en el entorno de la estación, un área que floreció por el desarrollo ferroviario que impulsó la ciudad y donde había varios hoteles de los que no queda ninguno «cuando había algunos interesantes como el Troconiz», recuerdan.