Nadie -salvo en su pueblo, Ponferrada- había oído hablar de ella. Y además su nombre de resonancias eslavas sonaba tan extraño como ajeno. Nevenka. Tenía 26 años cuando, en marzo de 2001, ante una nube de medios de comunicación convocados en un hotel de la capital del Bierzo, soltó una bomba cuya onda expansiva aún tiene eco (acaba de estrenarse la película Yo soy Nevenka, dirigida por Icíar Bollaín): hecha un manojo de nervios, oculta su rampante delgadez por unas ropas holgadas, con unas ojeras de oso panda que no hacían sino acentuar su desvalimiento, la joven que había sido concejala del equipo de gobierno municipal ponferradino liderado por el todopoderoso y popularísimo Ismael Álvarez (PP) y que hacía meses que se hallaba casi desaparecida, manifestó que tenía dignidad, y que pese a que había intentado olvidarlo y superarlo había sido en vano. Y que ese era el motivo por el cual, tras una profunda reflexión, había decidido denunciar a su jefe, el alcalde de la ciudad -con quien había mantenido una relación sentimental- por acoso sexual y laboral, hechos que aseguró haber comenzado a sufrir cuando ella decidió poner fin al romance. «Este acoso y presión psicológica a la que fui sometida provocaron en mí un estado de ansiedad, tristeza y angustia grandes», musitó con voz temblorosa. «Me lo debo a mí misma y se lo debo a todas las mujeres que ahora mismo pueden estar viviendo una situación tan terrible como la que yo he vivido», apostilló.
Este acoso y presión psicológica a la que fui sometida provocaron en mí un estado de ansiedad, tristeza y angustia grandes»
El eco de la explosión alcanzó todos los rincones del país, convirtiéndose en la noticia. Nevenka Fernández desapareció pese a que todos los medios habidos y por haber trataron de entrevistarla con ahínco, llegando su abogado, Alfonso Barreda, a recibir ofertas millonarias por la aparición de su defendida en programas de televisión en horario de máxima audiencia. Se esfumó hasta que el juicio, celebrado en Burgos un año y pico después en el que es considerado uno de los más mediáticos jamás celebrados en la Cabeza de Castilla, volviera a reclamar su presencia. Mientras tanto, el acusado, Ismael Álvarez, recibió el apoyo inmediato, unánime e incondicional de los suyos (incluyendo la dirección del partido) y no tardó en lanzar teorías conspirativas: denunció que era una trama política del PSOE e intentó convertirse en acusador al aseverar que la denunciante no estaba en sus cabales y que él era un hombre que se vestía por los pies.
Nevenka, recibiendo el apoyo de su pareja durante el juicio - Foto: ICAL / BurgosTanto la sociedad berciana como la española pareció dividirse entre los que apoyaban a Nevenka y los que se pusieron desde el primer día del lado del regidor. Pero la realidad es que en los meses que siguieron a la denuncia pública Álvarez pareció concitar más amparo y más aliento mientras que la imagen de la joven, que se había refugiado en el extranjero huyendo de todos los focos, fue deformada, maltratada y criticada a machamartillo: con frecuencia se aireaban alegremente anécdotas sobre su pasado, teorías y rumores malintencionados que conformaban un perfil de personaje frívolo, de niñata caprichosa, ligera de cascos, mentirosa compulsiva, irresponsable e inepta para el cargo municipal que había llegado a ostentar. Así, la presunta víctima fue condenada de antemano mientras el presunto culpable -alcalde con mayoría absoluta, un cacique en toda regla- fue exonerado, indultado de toda sospecha a la par que era jaleado por los suyos.
Hace unos días, en el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde se estrenó la película que cuenta esta historia, Nevenka Fernández recibió una emocionante ovación. Tardía, sin duda: durante aquellos meses terribles, y en los años posteriores, se sintió infinitamente sola, olvidada. Pero lo cierto es que su denuncia, tan inédita como insólita, abrió un camino nuevo para todas las mujeres que pudieran estar padeciendo una situación similar a la que ella sufrió, por más que la resolución judicial del que se conocería desde ese momento como el 'Caso Nevenka' resultara agridulce.
Un proceso mediático. El juicio, que lo tuvo todo, despertó la esperada expectación mediática y social. Hacia Burgos, sede del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, se volvieron todas las miradas desde el 29 de abril de 2002, cuando dio comienzo. Lo hizo con un contratiempo para Nevenka, ya que días antes la Asociación para la Defensa de la Mujer Acosada (Apadema), que se había personado en su momento para ejercer la acusación popular, se retiró del caso aduciendo que había perdido la confianza en la denunciante. La Fiscalía pidió para el acusado 15 fines de semana de arresto y una indemnización de 6.000 euros; la acusación particular, un año de cárcel, 18.000 euros de multa y 12.000 euros indemnización por daños morales; la defensa solicitó la absolución de Ismael Fernández.
Las sesiones del juicio fueron intensas. Las declaraciones de Nevenka fueron por momentos estremecedoras, de una enorme carga emocional y un silencio espeso como la melaza que atenazó la sala. Lloró, tembló, a punto estuvo de desvanecerse de la tensión en más de un momento; Ismael Álvarez, por su parte, se presentó en todo momento como la víctima. Sin embargo, y aunque pudiera parecer mentira, nadie acaparó tanto protagonismo aquellos días como el fiscal jefe del TSJCYL, José Luis García Ancos, cuya actitud (más tarde catalogada por la Fiscalía de General del Estado de «acoso procesal» y «empecinamiento», motivos por los que acabó siendo relevado del cargo), fue tan increíblemente dura como cruel y chabacana, hasta el punto de ser tener que ser llamado al orden por el juez, quien hubo que recordarle que la exconcejala se hallaba allí en calidad de víctima, no de acusada.
El papelón del fiscal, bochornoso de punta a punta, fue de aúpa. Entre otras lindezas, durante su interrogatorio a la denunciante dejó para la historia estas perlas: «¿Por qué usted, que ha pasado por este calvario, este sufrimiento, que se le han saltado las lágrimas; por qué usted, que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos; por qué usted aguantó?». No se quedó en la sala tan grosera incontinencia verbal: en un programa de radio aseguró que Nevenka «siendo una colegiala, era una putilla». De aquella polémica García Ancos, que fue sustituido en el cargo por Gregorio Segurado, dijo no arrepentirse porque «he ido buscando la verdad y se acabó».
¿Por qué usted, que ha pasado por este calvario, este sufrimiento, que se le han saltado las lágrimas; por qué usted, que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos; por qué usted aguantó?»
Los psicólogos, psiquiatras y forenses avalaron la denuncia de Nevenka, concluyendo que presentaba todos los síntomas de una víctima de acoso sexual y que nada hacía sospechar que hubiese fabulado en ningún momento. Para la Fiscalía aquello fue determinante. La acusación particular subrayó que «la solicitud de favores sexuales» y la actitud «hostil y humillante» de Álvarez causaron «lesiones psíquicas» a la querellante mientras que el perito de la defensa dijo que los informes de psicólogos y psiquiatras no podían asegurar taxativamente que los síntomas de la presunta víctima obedecieran a una situación de acoso o que no hubiese mentido en su relato. La sentencia se conoció el 30 de mayo: se condenaba a Ismael Álvarez como autor de un delito de acoso sexual a una multa de 24 euros al día durante 9 meses y 12.000 de indemnización para su víctima. Ese mismo día, el alcalde dimitió a la vez que anunciaba que recurriría la sentencia. En noviembre de 2003, el Tribunal Supremo la confirmó, si bien rebajó la multa. Nevenka no pudo contener las lágrimas de alegría al conocer la sentencia, aunque manifestó que se le antojaba una pena muy baja, y solicitó a los jueces más valor a la hora de condenar este tipo de delitos.
Pese a salir condenado, Álvarez recibió apoyos por doquier, como el de Ana Botella, esposa del entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, quien aseguró públicamente que el acosador había tenido un comportamiento «impecable». Años más tarde, Álvarez remontó su carrera política: concurrió a unas elecciones municipales liderando el partido Independientes Agrupados de Ponferrada (AIP), con el que cosechó unos resultados excelentes, toda vez que quitó la mayoría absoluta a su anterior partido, el PP, convirtiéndose en pieza clave para el gobierno de la ciudad y en un hombre poderoso en el seno del Consejo Comarcal del Bierzo. Aunque le hubiese gustado quedarse a vivir en España, las dificultades para encontrar trabajo llevaron a Nevenka de nuevo al extranjero.Como si ella hubiese sido la condenada.
Nevenka Fernández sigue residiendo fuera de España, pero hay quienes no la han olvidado; quienes la consideran un referente, un ejemplo de valentía y dignidad con el que ayudó a muchas mujeres. El documental Nevenka (Netflix) hace tres años y ahora la película de Icíar Bollaín han contribuido a que no se olvide ni a esta mujer ni lo que su caso significó: la primera condena por acoso sexual a un político en España. La protagonista de tan triste historia fue ovacionada hace unos días en San Sebastián. Ella lo vivió con una mezcla de perplejidad y emoción. También de agradecimiento.
Como si su caso no fuese a prescribir nunca.