No es el rey de la pista, aunque baile el que más. Es el rey de la plaza. A Daniel Arce no le gustan las discotecas, la música que sale de las cabinas y el ambiente de estas salas. Este joven de 25 años disfruta del ritmo de los sonidos de las orquestas, de la atmósfera más festiva y popular que se respira en los pueblos de la provincia en sus días grandes. Jornadas que vive con pasión, con intensidad. Basta verle bailar dándolo todo para saber que goza de verdad, desde dentro, y que no hay mejor apodo que le defina que el que le colgaron hace ya un tiempo: El Bailongo. Cada año acude a entre 160 y 175 fiestas de pueblos de Burgos y hay fines de semana que visita entre 6 y 10. Su forma de moverse no deja indiferente a nadie y hasta recibe peticiones de alcaldes y particulares que le invitan a los festejos de sus pueblos.
Pero su pasión no es la música, ni siquiera el baile, su afición son las fiestas populares y patronales. «Me gusta acudir a ellas siempre que puedo y vivirlas intensamente. Es un hobby más, otros recorren kilómetros para ver fútbol, exposiciones o un concierto, pero el hecho de que yo las disfrute de esta manera ha provocado que sea conocido por muchas personas, de hecho, me consideran el mayor fiestero de la provincia», algo que le obliga a organizar bien su agenda para poder disfrutar de la mayoría. «Algunas semanas de agosto paso por casa lo justo, para comer y dormir».
Cuando cumplió los 17 años Daniel hizo un 'clic' y comenzó a participar en estas fiestas de otro modo. «Hacía lo que todos a esa edad, botellón. Pero me di cuenta de que no era bueno para la salud y pensando en qué otra forma podía pasármelo bien de fiesta llegué hasta el baile, algo por lo que antes no había tenido interés», explica Daniel, que comenzó a dar sus primeros pasos siguiendo los movimientos de un matrimonio con el que coincidía en las fiestas y le gustaba cómo lo hacían. «Desde entonces bailo con muchas ganas, mucha alegría, sin importarme el qué dirán. Mis movimientos ritmosos se han convertido en la sensación de muchas fiestas sin que nunca haya sido mi objetivo ese», aclara.
Daniel Arce vive intensamente cada noche de verbena, bailando durante varias horas sin parar. - Foto: PatriciaFenómeno fan. Y es que Daniel Arce es todo un fenómeno fan. La mayoría de las orquestas le conocen, le dedican canciones, le invitan a subir al escenario e incluso le han ofrecido empleo, pero él ha declinado las propuestas. «Para mí el baile y las fiesta son aficiones y no las quiero mezclar con trabajo», puntualiza. En la mayoría de los pueblos un séquito de bailarines se une a sus movimientos imitándole. «Incluso en algunas ocasiones la plaza entera, llegando al centenar», reconoce el joven, que confiesa que casi siempre que sale se encuentra con personas que se quieren fotografiar con él. «Incluso hay gente que se emociona al verme, gritan de emoción y me abrazan», añade.
Entre algunas de estas cariñosas anécdotas, la de una mujer de 101 años en silla de ruedas y con movilidad reducida, que al verle bailar con esas ganas no pudo evitar levantarse y hacerlo con ayuda de su cuidadora. «También he bailado con religiosas y autoridades, y saco a bailar pasodobles a aquellas que entre el público veo que tienen ganas de hacerlo». En este sentido reconoce que cada pueblo es un mundo, y mientras en uno hacen cola para bailar con él, en otros le cuesta encontrar a personas que quieran hacerlo.
El pasodoble, el merengue, el vals, las cumbias, las rancheras, la rumba, la bachata o la música de los noventa son sus géneros favoritos. «No me gusta nada el reguetón, el trap y los estilos modernos, para esto soy muy clásico», confiesa Daniel, que ha aprendido de forma autodidacta y fijándose en los pasos de otros. «Puedo pasar horas sin parar de hacerlo. Cuando algo te motiva no te cansas. La clave es que salga de dentro, junto con la práctica y una vida sana», apunta el bailarín, que ha ganado bastantes premios en concursos de este ámbito.
Sus movimientos no pasan desapercibidos y tampoco su indumentaria, elegante, con pantalón de vestir, camisa y americana, lejos de la estética habitual verbenera de un chico de 25 años. «Hasta hace pocas décadas era habitual vestir en las fiestas con la elegancia que requiere una celebración. Me siento cómodo vestido así y además me identifica», puntualiza Daniel, que no solo acude a verbenas, también a bailes de tarde, pregones, misas y procesiones, donde baila la jota, una de sus grandes pasiones. «Me gusta hacerlo para evitar que esta costumbre se pierda y también lo vivo como una ofrenda, porque soy una persona muy creyente», subraya. A veces también toca las campanas, lee en misa y porta algún santo o cirial.
Las mejores. Gran parte de como vive todo esto queda reflejado en su cuenta de Instagram (@dani_el_arce97), que también se ha convertido en un escaparate y referente de las fiestas de los pueblos. Cuelga fotos y vídeos, responde a otros usuarios con su opinión sobre unas fiestas u otras y también cada año publica una clasificación con las 15 mejores. «Baso mi criterio en lo bien que me lo paso en ellas, en su ambiente y como lo disfruto, más que en la calidad de las orquestas», comenta Daniel, que prefiere que las verbenas sean más de carácter familiar que multitudinarias. «En los primeros pueblos siempre suele haber localidades muy pequeñas y a las que termino cogiendo cariño, como Avellanosa, Melgosa, Riocerezo o Quintanilla del Agua», recuerda el joven, que confiesa que a las de Ibeas de Juarros las tiene un cariño especial, como a las que también se celebran en San Millán de Juarros, su pueblo, en julio, no tanto las que hay en octubre. Respecto a este verano, el de la vuelta a la normalidad, dice que se ha encontrado de todo, orquestas que han mejorado el nivel pero en su opinión optado por un peor repertorio, otras que han bajado de calidad y muchas (demasiada para él) discotecas móviles.
Su pasión por las fiestas patronales hizo que no renunciara a ellas ni durante la pandemia, cuando no había. «Era consciente de que ese día era especial para el pueblo. Yo me lo tomaba así y lo celebraba en vez de bailando conociéndolo mas en profundidad, recorriendo sus calles y rincones», relata Daniel, que odia que se relacione con el alcohol y las drogas a las personas que bailan mucho. «En mi caso es todo lo contrario, ya que vivo las fiestas desde un estilo sano y por eso tuve que pedir al profesor de mi instituto años más tarde que dejase de poner ese ejemplo que generaba estereotipos equivocados».
Este fin de semana tenía previsto dejarse caer (y no parar de bailar) en Ibeas de Juarros todos los días, y el domingo en la procesión de Buniel y el baile de Quintanadueñas.