En comparación con el peligroso cruce que había que tomar antaño para acceder a Atapuerca o a localidades como Rubena o Quintanapalla, la N-1 es ahora una vía francamente segura. Aunque eso nadie lo duda, también es verdad que ha tardado en serlo casi 20 años y un desembolso de 11,2 millones de euros, una cantidad que algunos vecinos del entorno coinciden en señalar que es «exagerada».
«Siempre que se mejore la entrada y la salida al pueblo es positivo. Eso no quita que, no obstante, la obra llegue tarde una vez se liberalizó la AP-1 en 2018», recuerda Javier Lozano, alcalde de Quintanapalla. Hay que remontarse a 2005, hace casi dos décadas, para encontrar la aprobación del proyecto de intervención. Desde ese año hasta 2018 no se logró adjudicar -hubo que actualizarlo entre medias- mientras que las obras arrancaron meses después de asignarse a OHL, que planteó un modificado de obra que la encareció y retrasó su fin un trimestre.
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