Tengo en la cabeza el ruido de los motores, el eco de las reclamaciones, el bloqueo de las carreteras por las tractoradas. La forma utilizada por nuestros agricultores y ganaderos para llamar la atención de los poderes públicos y que maniaten a aquellos que con la única intención de engordar sus bolsillos, maximizar beneficios lo llaman, manejan a su antojo los resortes del mercado global, importándoles un pimiento el futuro de los productores y el de los consumidores locales. Esos para los que engrosar su cuenta de resultados es señal inequívoca de que satisfacen convenientemente las necesidades del mercado, el juego entre la oferta y la demanda dicen, donde el consumidor elige libremente aquello que desea.

Las tractoradas, además de nuestros dirigentes, que a veces regulan los mercados con consecuencias desastrosas, también debemos atenderlas los consumidores para corregir los errores de quienes nos gobiernan y los excesos de quienes nos ofrecen los productos que debemos elegir, porque ambos imponen sutilmente nuestras elecciones y no nos dejan margen de maniobra, resultando algo así como elija quien quiere que le apalee, es Vd. libre de elegir el que más le guste, obviando que nuestra libertad consiste precisamente en elegir si queremos, o no, que nos apaleen. Ejerzamos pues nuestra capacidad para elegir el producto que necesitamos y nos conviene. Cada uno de nosotros, al ir a la compra, podemos ayudarnos entre todos adquiriendo, en la medida de lo posible, los productos en las tiendas de barrio y made in Spain como forma de favorecer a los productores locales, a los comerciantes locales, a nuestros vecinos, a nuestros pueblos y ciudades, a nuestro país. Puede parecer que el precio que se paga por un determinado producto es más elevado, pero lo barato es caro, que quiere decir que si no actuamos así el todopoderoso mercado nos empobrecerá y terminará mermando nuestra libertad de elegir.