La fruta cultivada en el Valle de Caderechas tiene un encanto singular y de ello son muy conscientes los productores de la zona. Un cuarto de siglo ha transcurrido desde que Juan José Gandía y otros cinco compañeros de faena comprometidos a no emplear herbicidas, material vegetal transgénico, hormonas o reguladores del crecimiento en sus árboles constituyeran una asociación con la que pretendían revalorizar los cultivos y alcanzar el reconocimiento que merecen.
Lo han conseguido. También incrementar en 30 las hectáreas de terreno (de 30 a 50 las fincas de cerezos y de 15 a 25 las de manzanos) y mantener el complicado relevo generacional que implica dedicarse en cuerpo y alma al campo. El secreto del éxito de las cerezas y manzanas reseñadas en documentos del Monasterio de San Salvador de Oña fechados en el año 1032 y en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, de Pascual Madoz, publicado en 1845, lo custodian las montañas que rodean la zona y la protegen de los gélidos vientos del norte, creándose así un micro-clima especial que logra que ambos frutos ofrezcan un sabor y olor particular al mantener un característico equilibrio entre el dulzor y acidez.
Aquellos que catan una manzana reineta, la reina indiscutible de estos campos de cultivo, tampoco olvidan su agradable acidez, compensada con un alto contenido en azúcares. Su calidad y singularidad está reconocida, al igual que la del fruto rojo por su Marca de Garantía concedida por el Instituto Tecnológico Agrario de la Junta de Castilla y León (la primera de la región) gracias al empeño de la Asociación de Comerciantes y Productores por valorizar la calidad frente a la cantidad desde hace ya un cuarto de siglo. Su distintivo confirma que la fruta se ha cultivado, recolectado y comercializado cumpliendo unos exigentes parámetros de calidad y respeto al medio ambiente.
La recolección continúan realizándola a mano, sin medios mecánicos, del mismo modo que lo hicieron durante siglos sus antepasados, y no admiten tratamientos después de la cosecha. Actualmente forman parte de esta gran familia 25 fruticultores -empezaron 22- procedentes de los 15 pueblos del territorio, y la última incorporación se registró hace tan solo unos meses.
La mayoría de los pequeños empresarios y autónomos compaginan sus empleos con el campo. También están los que se dedican exclusivamente a mimar los cerezos y manzanos como si de hijos se trataran. Mejorar la producción agrícola del Valle, garantizar la calidad de la fruta, diferenciar y prestigiar el producto ante el consumidor y fomentar la agricultura en consonancia con el Medio Ambiente son solo algunos de los objetivos que persigue la agrupación, que ha comercializado desde 2004 y hasta 2023 un total de 1.640.530 kilos de cereza y 1.386.350 de manzana certificada.
Otras variedades. La Asociación persiste en la localización y puesta en valor de variedades tradicionales, como guindas, ciruelas cojón de fraile o jerbas que se dejaron de cultivar hace décadas y que ahora venden en las ferias.