Con la creación de una unidad de vigilancia canina, el Centro Penitenciario de Burgos ha conseguido bajar considerablemente la entrada de sustancias estupefacientes. Los internos saben de sobra el riesgo que corren si deciden intentar burlar a la seguridad de la prisión. Sus familiares, también. Aun así, aún hay quienes se arriesgan pensando, por ejemplo, que en los vis a vis son mucho más seguros. Pero los funcionarios saben que éste es uno de los puntos de entrada y lo tienen muy controlado. Hace un par de años, interceptaron a una mujer que pretendía introducir diferentes tipos de droga a su pareja. Ahora, ambos se enfrentan a cinco años de prisión por un delito contra la salud pública. El juicio se celebrará hoy en la Audiencia Provincial.
Los hechos se remontan al 27 se agosto de 2021, según recoge en su escrito de acusación el Ministerio Fiscal. La acusada B.E.M.C., aprovechando que iba a tener un encuentro sentimental con su pareja, A.A.D., el cual tenía antecedentes penales no computables a efectos de reincidencia, se introdujo en su vagina 10 bellotas de resina de cannabis con un peso de 83,64 gramos, una de anfetaminas de 13,27 y una de cocaína de 9,621.
La Fiscalía defiende que esta maniobra obedecía a un plan establecido entre ambos, pues la intención, dadas las cantidades, era que A.A.D. lo distribuyera posteriormente entre el resto de internos del centro penitenciario. Sin embargo, el control de seguridad dio al traste con sus intenciones, pues detectaron la droga, que tenía un valor en el mercado ilícito de 1.600, 27 euros.
La acusación pública considera que estos hechos son constitutivos de un delito contra la salud pública recogido en el artículo 368 del Código Penal y considera a ambos autores del mismo. Así, solicita para cada uno de ellos la pena de cinco años de prisión y multa de 3.000 euros con dos meses de responsabilidad civil subsidiaria en caso de impago o insolvencia. La vista oral se celebrará hoy en la Audiencia Provincial de Burgos.
El Centro Penitenciario de Burgos puso en marcha hace más de cinco años la unidad canina. En un principio, fue un proyecto piloto de Instituciones Penitenciarias que, gracias a sus buenos resultados, no sólo se instauró de manera definitiva sino que incluso se trasladó a otras cárceles con más incidencia de tráfico de estupefacientes. Según se estima desde la dirección de la prisión, gracias a los perros se ha conseguido reducir alrededor de un 60% la entrada de sustancias en el interior y también han bajado las sobredosis.