Con José María Martínez desaparece no solo una buena persona sino también un político vocacional, con una gran capacidad de trabajo y sacrificio. Era frecuente ver la luz encendida de su despacho de la Plaza Mayor de Briviesca a altas hora de la madrugada, tras regresar de una dura y larga jornada en el Palacio Provincial, donde fácilmente se le echaba la noche recibiendo a alcaldes y compañeros de Corporación con los que también era habitual verle paseando por El Espolón, cigarrillo en mano, o tomando un café. Siempre con la sonrisa en la boca y saludando, sin prisas, a cualquiera que se le cruzara.
Con su fallecimiento desaparece otro político de una generación que lideró el cambio de la provincia hacia la modernidad, de la mano de presidentes de la institución provincial como Tomás Cortes, Luis Montes, Vicente Orden Vigara y, en la última etapa, César Rico, quienes confiaron en Martínez, en Josemari, como vicepresidente, no solo para cuadrar las cuentas sino también para negociar presupuestos y conflictos. Durante décadas fue el 'apagafuegos', siempre a favor del diálogo y el consenso, le gustaba escuchar para llegar a un acuerdo, lo que no era nada difícil con este espigado burebano.
Su fallecimiento, tras una larga enfermedad, ha causado una profunda consternación en Briviesca, de la que fue alcalde durante 28 años, una época en la que impulsó el crecimiento económico de la ciudad con la ampliación del polígono industrial, al que llegaron nuevas empresas, y su transformación en centro neurálgico de la comarca burebana, convirtiéndose en una ciudad de servicios.
El alcalde 'eterno' también impulsó la conmemoración del sexto centenario, el 28 de noviembre de 1988, de las Cortes de Briviesca en las que se creó el título de Príncipe de Asturias para el heredero de la Corona. Esta clausura fue uno de los primeros actos públicos a los que asistió en solitario el por entonces príncipe Felipe de Borbón, acompañado del presidente de la Junta, José María Aznar.
En el haber de Martínez, y de Orden Vigara, figura una de las grandes obras que ha acometido la provincia y que les ocasionó más de un quebradero de cabeza, la presa de Alba o de Oca, hoy en día una realidad a pesar de los obstáculos que tuvieron que sortear estos dos políticos de raza -uno la autoridad y otro el diálogo-, que se complementaban a la perfección e hicieron realidad una obra de la que hoy se abastecen de agua la bien trazada y otras localidades burebanas. Martínez no fue un político de pancarta ni de foto, rehuía salir en ellas y casi siempre llegaba tarde para no tener que posar, pero sí fue reivindicativo para su ciudad y para toda la provincia (...).
(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de hoy viernes o aquí)