Icono del misterio, símbolo por antonomasia de los lugares que presuntamente atesoran todo tipo de extraños sucesos, Ochate no deja de ser una torre solitaria enclavada en una loma desde la que se contempla la verde campiña treviñesa y las ruinas de las pocas casas que un día conformaron el pueblo. Nada tiene de especial, salvo que puede considerarse milagroso que en este despoblado aún se mantenga en pie la torre de la iglesia, de estilo neoclásico. No hay, de entrada, ninguna huella visible que haga al visitante sentir nada raro: reina el silencio, sí, como en todos los pueblos abandonados, que cada vez son más, por desgracia. Y sólo hay que temer una cosa: no despistarse mucho para evitar pisar las bostas que el ganado que pasta por el entorno va depositando aquí y allá.
La maleza ha ido devorando los restos de las pocas edificaciones (sólo llegó a contar con siete, allá por el siglo XIX); en el interior de las ruinas de todas ellas hay zarzas y enebros ahora florecidos, así como algún madero carcomido. Esta localidad burgalesa enclavada en el Condado de Treviño se deshabitó totalmente en el año 1917 por culpa de la epidemia de gripe que, en los meses siguientes, especialmente en 1918, se cebaría con todo el país. Quizás esta circunstancia vino a alimentar todas las leyendas que, desde principios de los 80 del siglo pasado, en pleno auge de la ufología, terminaron por convertir esta aldea burgalesa en un símbolo de sucesos paranomarles.Y en lugar de peregrinación de los apasionados de lo ocultor y sus enigmas.
Su fama, que hace mucho que trascendió fronteras, se ha traducido en artículos, libros, documentales, programas de radio y televisión... para alborozo de quienes gustan del misterio, pero para disgusto de quienes viven cerca de allí, especialmente de los vecinos de Imiruri, que están más que cansados de algunas de las visitas de los que se acercan a Ochate en busca de emociones. «Estamos hartos, la verdad. Muchos de los que vienen, además, lo dejan todo hecho un asco», asegura uno de los vecinos de esta localidad. «A algunos de los que vienen buscando Ochate les pregunto cuántos son, y cuando me responden les digo que ese mismo número de fantasmas les envío esa noche», dice socarronamente otro. No en vano, es muy frecuente que Ochate reciba visitantes que vivaquean allí, buscando experimentar lo que sea que esperen: desde ruidos de ultratumba a luces extrañas, pasando por avistamientos en el cielo de objetos difíciles de identificar.
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