Vladimir Putin asiste a un curso de geografía. De pronto, ante el mapa de Europa, le suelta a un alumno: «las fronteras de Rusia no terminan en ninguna parte». La historia rusa está bañada de sangre por esta causa y los europeos no la comprendemos. Por eso, el rearme de Europa, es algo que podría tener fatales consecuencias. El anuncio de la presidenta de la Comisión Europea, de movilizar hasta 800.000 millones de euros. –de momento–, para armamento, es una mala noticia. Si no somos capaces de hacer las cosas de otra forma, sufriremos enormemente. Pero, nuestro mayor problema, ahora mismo, es quiénes tienen la sartén por el mango y los intereses perversos y viles que están dispuestos a imponer a capa y espada. ¿Por qué sólo se habla de rearme y no se hace apenas nada por intensificar la diplomacia? Nos están confundiendo, una vez más. Juegan con nosotros. Cada esfuerzo que se haga para evitar que haya más armas valdrá la pena. Pero parecería que eso no es lo que interesa. Tampoco se afronta la crisis de civilización y valores éticos y morales que lo condiciona todo. Sólo ruido de sables y discursos intimidatorios, cuando lo que precisamos son propuestas reales de entendimiento. ¿A qué viene ahora atizar la confrontación y no la búsqueda de la concordia, desde una cultura no violenta? Como tantos, estoy en contra de la guerra, frente a un mundo arrodillado ante el becerro de oro, que desprecia algo tan sagrado como la vida. Si trabajáramos por ponernos en la piel del otro, escuchar más y caminar juntos, el mundo sería más vividero. La pregunta es si nuestros mandamás y los poderes fácticos que imponen sus reglas, quieren este relato o prefieren el belicista. Infelizmente, no parece que vayan las cosas por el lado de la mano tendida. No es cuestión de buenismo; pero las armas, lo único que harán será derramar sangre y encanallar el vivir. Todo esto, sin olvidar que este anunciado rearme lo pagaremos tú y yo, amable lector. Asusta contemplar la creciente militarización y conflictos cada día más globales, para los que la única solución es armarse hasta los dientes. Cuanto más nos enzarcemos en el combate, más perderemos el sentido de la existencia. De poco servirá movilizar millones, sino se trabaja por el encuentro y por la vida. Sólo basta abrir los ojos para ver que, la solución a la guerra de Ucrania, –aquí al lado– vendrá cuando se busque de veras, y no de burlas, reconciliar a dos pueblos. Conviene no olvidar que Rusia se ve a sí misma más grande –aunque no más humana– en tiempos de violencia. Así fue durante la tiranía de Stalin y así es ahora. Quiere ser poderosa y temida. Cuanto más se rearme el vecino, mejor para sus ambiciones desmedidas. «Si queremos paz, tenemos que ser la paz. La paz es una práctica, no una esperanza», sostiene Thich Nhat Hanh. Por ahí, por ahí van las cosas.