El lado oscuro de la literatura

I.L.H. / Burgos
-

Santiago Posteguillo reúne en 'La sangre de los libros' misterios, anécdotas y enigmas de autores y obras destacadas de todos los tiempos.Lo presenta el jueves en el MEH

La muerte de Pushkin en un duelo después de haber sobrevivido a veintinueve, las tres condenas a muerte de tres emperadores distintos que sufrió Séneca, los orígenes sefardíes de Elias Canetti, la recuperación de los últimos 13 cantos de la Divina Comedia que Dante había escondido, la muerte de Emilio Salgari, los versos de Lope de Vega contra el padre de su enamorada... Detrás de cada gran obra hay un sinfín de anécdotas, enigmas y misterios ocultos bajo las solapas y cubiertas de la literatura de todos los tiempos. El autor de novelas sobre la Antigua Roma, Santiago Posteguillo, los ha reunido en La sangre de los Libros (Editorial Planeta), una obra en la que se muestra el lado oscuro -y oculto- de la literatura
«El material de La sangre de los libros se nutre en gran medida de mis clases de Literatura en la Universitat Jaume I de Castellón. Lo que he hecho es reconvertirlo y novelar esos misterios que hay en la literatura y que a veces utilizo para llamar la atención de los estudiantes. El libro pretende captar la atención de muchos lectores que de primeras puedan pensar que los clásicos les resultan distantes y aburridos. Viendo lo apasionante que eran sus vidas, lo intrigantes, quizá puedan interesarse primero por las personas y después por sus obras», apunta este valenciano con raíces en Cabezón de la Sierra.
El autor de El asesino del emperador y Circo máximo cuenta en La sangre de los libros aquellos episodios más truculentos vinculados a Petrarca, Víctor Hugo, Virgilio, Espronceda, Isaac Asimov, Ágatha Christie, Edgar Allan Poe, Bram Stoker o Charlotte Brontë: «El título me ha hecho buscar a autores con una relación hacia la sangre en la literatura, sea porque sus muertes están envueltas en el misterio (como Edgar Allan Poe), porque fueron o no asesinados (como Ágatha Christie), condenados a muerte (Séneca) o que se suicidaron (Emilio Salgari)», añade Posteguillo.
Es curioso, sin duda, comprobar que un genio del misterio y el suspense como Edgar Allan Poe tendría en su muerte un argumento para uno de sus cuentos. «Lo de Poe es tremendo. Con su muerte ocurre como en la película Ciudadano Kane, con esa última palabra que no sabe nadie lo que quiere decir. En la biografía, sin embargo, de Poe falta ese último fotograma que nos lo aclara. En este caso sabemos qué quería decir con Reynolds al fallecer».
La historia de Poe, la de Brontë o la de Ágatha Christie, que durante once días se investigó su asesinato son de las preferidas por el escrito:«Me parece una historia francamente llamativa, curiosa, misteriosa que tiene una serie de explicaciones pero que sin embargo deja lagunas sin explicar por lo que prevalece el misterio.Y te hace ver que la vida de Ágatha es un poco como sus novelas». 
Con ese hilo conductor marcado por el rojo de la muerte, el escritor revela la vida secreta de los libros recorriendo «distintos periodos históricos, distintas tradiciones literarias e incluyendo novelistas, poetas, dramaturgos y autores de relato corto porque Las sangre de los libros no dejan de ser 30 cuentos».
La última novela de Santiago Posteguillo, y que el jueves se presenta en el Museo de la Evolución Humana (a las 20 horas), tuvo un precedente con La noche en que Frankestein leyó El Quijote, con otros 24 relatos:«La sangre de los libros es un poco más ambiciosos y no descarto hacer un tercero».
Su nueva publicación está en las librerías mientras sigue trabajando en la tercera parte de la trilogía sobre Trajano, en la que novela «la conquista de Mesopotamia, Armenia, Asiria y Babilonia hasta llegar al Golfo Pérsico». «Quiero narrarlo desde el ámbito romano, desde el ámbito de los partos -el enemigo- y desde otros lugares del mundo a los que llegaban noticias de esa enorme guerra. Será una novela muy universal pero supone un reto literario y de documentación», concluye anunciando que en año y medio espera tenerla terminada.