De fortaleza medieval a parque arqueológico. Ese es el recorrido previsto para el castillo de Rebolledo de la Torre por su propietario Raúl Nieto, un apasionado del patrimonio y la restauración que se hizo con la propiedad de este peculiar inmueble en 2012 y que se ha fijado un reto: pasar a la historia como un mecenas dispuesto a poner en valor la fortaleza y convertirla en un parque arqueológico visitable, que ayude a conocer sus orígenes, su historia, su función a lo largo de los siglos y, que a partir de sus nuevos usos, siga formando parte del proceso evolutivo del territorio en el que se enclava, con una impresionante riqueza patrimonial.
Los primeros pasos para el objetivo final ya se han dado, pero queda mucho camino por recorrer y por descubrir, porque la intervención que tuvo lugar el mes de junio del pasado año, a cargo de un equipo multidisciplinar, está vinculada tanto a la gestión patrimonial como a la investigación. Con la prioridad de salvar el monumento y no de ganar dinero a costa de él, las primeras catas realizadas en verano tienen como objetivo documentar el castillo e investigar sobre él, además de hacer unas primeras obras básicas de consolidación de la torre, recuperar las plantas que tenía, con sus forjados de madera y techarla, así como meter las canalizaciones de agua y de luz.
El castillo de Rebolledo es una torre de presura, es decir, de ocupación del territorio en la época altomedieval, sistema poco estudiado. Es uno de los mejor conservados de la zona norte, con la mitad de los fosos intactos, y los muros y la torre de mampostería en pie, aunque se desconoce si esa torre estaba almenada. Lo que si es seguro es que constaba de cuatro plantas, porque hay canes en las paredes que así lo atestiguan. Además, en la torre, de unos 20 metros, se han descubierto cuatro niveles de suelo hechos de gravas y mortero apinosados, sobre roca, sistema de construcción muy pobre, que ayudan a datar su existencia en la Alta Edad Media.
La intervención arqueológica en esta primera fase se ha realizado en tres sectores: en el interior de la torre, con dos sondeos cubriendo el 50% del espacio de la misma; en la conexión de ésta con el acceso al recinto amurallado, con tres sondeos, y en el foso este, además de una trinchera en la zona más arrasada y que se ha convertido con el paso de los años en un espacio donde se han ido acumulando escombros, pero donde también se ha descubierto un foso.
Los primeros datos que esas catas han sacado a la luz, gracias a la estratigrafía, ponen de manifiesto que estamos ante una ocupación continua desde, al menos el siglo XII -no descartando incluso, que sea anterior-, hasta nuestros días, desde niveles fundacionales asociados con la función defensiva inherente al edificio, hasta niveles contemporáneos vinculados a actividades agropecuarias.
Se ha documentado el proceso constructivo con sucesivas reparaciones a lo largo de los siglos, parte del sistema de drenaje rupestre y canalizaciones hacia el exterior, las estructuras que componen un paso elevado de acceso sobre los fosos junto a una rampa posterior adosada a la muralla. Uno de los principales descubrimientos ha sido el foso este, que se pensaba arrasado y sin estructura visible. Sin embargo, se ha documentado la presencia de un foso de más de 3 metros de profundidad respecto al nivel arrasado, que podría haber alcanzado una profundidad de 5 a 6 metros desde el contrafoso.
En todo caso, lo que es evidente es que no estamos ante un inmueble lujosos, sino ante un conjunto defensivo excepcional levantado sobre una plataforma rocosa, con fosos concéntricos, tal y como ya recogía el arquitecto Fernando Cobos dentro de su obra Metodología, valoración y criterios de intervención en la arquitectura fortificada de Castilla y León. La austeridad de las estructuras son un indicio claro de la función estrictamente militar, en el que se ha desarrollado un sistema de defensas pasivas -fosos y muralla- que sirviesen para el establecimiento de una guarnición en la Alta Edad Media, como también explica Asier Pascual, el arqueólogo que ha dirigido las catas, en las que han trabajado otras dos personas, el geoarqueólogo Pablo Mateos y un especialista en Historia del Arte.
El objetivo final es ambicioso, porque además de su consolidación para su puesta en valor como parque arqueológico, interesa la forma en que se construyó, la industria que se llevó a cabo para levantarlo, bien con producción de tejas asociadas e, incluso, buscando el origen de las canteras de donde salió la piedra. «Queremos llegar a conocer los recursos que se necesitaban para construirlo y de donde venían», afirman Raúl y Asier.
La Junta de Castilla y León ya tiene en su poder el informe de esta primera fase de excavaciones, imprescindible para ejecutar la acometida de agua y luz, primeras obras previstas. Además, se trabaja ya en solicitar la declaración específica de BIC para la fortaleza, para dejar perfectamente definida la estructura y entorno que forma parte del conjunto para protegerlo y evitar agresiones. De hecho, además de la zona de escombrera, en los años 60, uno de los propietarios construyó adosado a la muralla y sobre uno de los fosos, un inmueble que se ha utilizado como almacén agrícola. Raúl y Asier entienden que el área de protección debería ser todo el barrio alto de Rebolledo, el conformado por el castillo, la iglesia y las casas diseminadas en torno a ambos inmuebles.
Ambos agradecen la buena disposición del Ayuntamiento de Rebolledo para colaborar en todo lo que haga falta, y a la Administración solo piden que facilite los trámites e intermedie para ayudar a resolver los problemas que puedan aparecer en el camino.