Un maestro que ni olvidó ni olvidaron

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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En Santa Coloma del Rudrón aún se recuerda a don Jaime Anglada, docente que llegó a finales de los años 20 del pasado siglo y dejó una huella indeleble. Ahora se está rescatando su historia

Eduardo Díaz es nieto de uno de los alumnos que tuvo don Jaime. - Foto: Sofía Ramis

Lo primero que hizo cuando llegó a la escuela de aquel pueblo recóndito, tan alejado de todo y enclavado en un paraje agreste, fue tirar las varas de avellano con las que sus predecesores solían infligir castigos a los alumnos díscolos o menos aplicados. Fue como abrir las ventanas de la escuela para anunciar la entrada de un aire nuevo que él, y sus avanzadas ideas, representaban en aquel rincón remoto del mundo que se llamaba -y se llama- Santa Coloma del Rudrón, un pueblo precioso bañado por ese río truchero que este invierno baja imponente y alegre. Se llamaba Jaime Anglada Rodellas y, casi cien años después de su estancia en tierras burgalesas, su memoria permanece indeleble en el recuerdo de sus gentes, aunque ya no viva ninguno de los alumnos a los que impartió magisterio y que tanto le quisieron y admiraron.

Es la de este maestro una historia similar a la de Antoni Benaiges (el maestro de Bañuelos de Bureba que insufló también de ideas nuevas su escuela y que fue fusilado por ello al comienzo de la Guerra Civil), pero con un final bien diferente: Anglada, natural de San Hipólito de Voltregá, diminuta aldea cercana a Vic (Barcelona), falleció de viejo, aunque también sufrió la represión, tan dura y tan cruel; sin embargo, tuvo la oportunidad de dejar un legado más allá de este pueblo burgalés.

Lo hizo en su Cataluña natal, en Caserres, localidad de la provincia de Barcelona, donde ahora se está rescatando su recuerdo y su herencia de la mano del historiador Pol Navarro Costa, que el pasado mes de diciembre rindió visita al pueblo que baña el Rudrón para recabar cuanta información pudiera con el objetivo de perfilar con justicia a aquel hombre que nadie ha olvidado. «Vine a Santa Coloma a sembrar buena simiente... y más que conocimientos os puse alas para volar. Os inculqué puntualidad, el buen hacer, el cumplimiento del deber, el amor al trabajo y, sobre todo, quise que fuerais buenos, porque estoy convencido de que la verdadera sabiduría radica y descansa en la bondad del corazón», escribió Anglada en cierta ocasión a uno de sus discípulos burgaleses más queridos, Luis Santamaría.

Nunca se extinguió el vínculo de Anglada con Santa Coloma del Rudrón. Tan ese así, que a comienzos de la década de los años 90 hizo una visita al pueblo en el que empezó su carrera como docente, lo que constituyó una fiesta para los que habían sido sus alumnos. Aprovechó, entonces, a hacer memoria de aquel año de 1927 en el que llegó a este pueblo de la comarca de Sedano, al que acudió a caballo. Y donde su llegada fue tan celebrada que «joven inexperto, bebí y bebí en todas las casas por obligación hasta perder el equilibrio».

(El reportaje completo y más fotografías, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos)