Durante los últimos tiempos Miranda ha sufrido una sangría de autónomos prácticamente constante. Según las estadísticas que publica el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, allá por diciembre del año 2007 la ciudad del Ebro superaba los 2.400 individuos afiliados a este régimen laboral. Tras la crisis de entonces, el dato fue cayendo paulatinamente y en los compases finales de 2013 apenas se contabilizaban 2.071 trabajadores por cuenta propia. Desde ese momento ha pasado una década completa, pero la situación no ha mejorado. Multitud de pequeños negocios han ido bajando la persiana.
El declive ha sido tan notable que 2023 terminó con apenas 1.729 autónomos en el municipio del norte de Burgos. Ahora bien, hay un sector que todavía demuestra una gran fortaleza: la hostelería. Conforme a los datos públicos de la Junta de Castilla y León, en Miranda se mantienen abiertos cerca de 250 establecimientos de este tipo. La inmensa mayoría están agrupados en la categoría bares, con 186, aunque la administración regional también cuenta otros 45 restaurantes y 17 cafeterías.
Desde la Asociación de Hosteleros Altamira destacan, precisamente, la riqueza y diversidad que acumula este sector en la ciudad del norte de Burgos. El presidente, Pepe Rey, comenta que «es bien sabido que tenemos dos estrellas Michelin, pero son la punta del iceberg porque sin moverte de Miranda hay mucha variedad y mucha calidad». El representante de estos negocios apunta que cualquier vecino de este municipio o aquellos que decidan visitarlo tienen la opción de «degustar muchos tipos de cocinas, desde la fusión a la tradicional».
Rey tampoco se olvida de los establecimientos que no se dedican al ámbito culinario propiamente dicho. En este sentido, el presidente de la Asociación apunta que «la verdad es que Miranda tiene una hostelería muy competitiva y buena». Desde su punto de vista, «los bares están montados con mucho gusto, hay varios que son vanguardistas», por lo que considera que la ciudad tiene «la suerte de contar con mucha variedad también en este apartado, lo tiene todo».
La amplia amalgama de establecimientos hosteleros en Miranda no es nueva, pero para mantener semejante músculo ha sido necesario un relevo generacional que otros tantos negocios, como el comercio, no siempre han disfrutado. Rey comenta que «últimamente se da menos el cambio entre familiares porque se están perdiendo esas tradiciones, pero es cierto que Miranda tiene esa capacidad para que no se cierren tantos bares, como mucho cambian de manos». A modo de ejemplo, recuerda que «desde la pandemia, pese a lo que ha ocurrido a nivel nacional, Miranda se ha mantenido perdiendo una decena de bares o así».
En la última década ha habido varias inauguraciones que han ayudado a sostener la cifra global. En el caso de los bares, el presidente de la Asociación Altamira cree que «sobre todo ha sido gracias a la cantera que se formó en la Parte Vieja en torno al 2010». Según describe, el sector «se ha nutrido mucho de aquellas personas que eran camareros en esa zona de Miranda y luego tuvieron las agallas de montar su propio negocio». Ahora que ese barrio de la ciudad ya no dispone de tantísimos establecimientos, Rey cree que «se echa en falta».
Además, apunta que ha habido «un cambio de actitud en general», por lo que ya no existen «tantos jóvenes que tengan la valentía de abrir un bar». En este sentido, el representante del sector reconoce que «la hostelería es un mundo que te tiene que gustar, si no, no es una profesión para entrar en ella porque te obliga a sacrificar muchas horas de tu vida y, sobre todo, tiempo que normalmente se dedica al ocio, como los fines de semana o festivos». Es decir, Rey sentencia que «es complicado», aunque añade que «quien sabe lo que hay o lo ha mamado, lo disfruta».
Carolina Sánchez | Bar Número 7
«Ya nos han preguntado para coger el bar, esperemos que salga bien»
El sector hostelero de Miranda mantiene tanta diversidad que los establecimientos se extienden por todo el mapa. También por el Casco Viejo, que antaño se alzaba como la cuna del ocio nocturno y hoy se está revitalizando con nuevas iniciativas. En plena plaza de España se encuentra el bar Número 7, un local que, desde el punto de vista de una de sus gerentes, Carolina Sánchez, cuenta con «una ubicación espectacular porque cualquier evento se realiza justo en la puerta y tiene una clientela muy fiel gracias a la residencia, el Ayuntamiento o el colegio Sagrados Corazones». Este negocio resulta tan atractivo que solo unas semanas después de anunciar que se traspasa, sus dueños ya reconocen que les «han preguntado» algunos interesados en tomar las riendas y ahora esperan que se concrete la operación para que «salga bien».
Ella opina que «lo bueno de tener un bar es que no trabajas para nadie», aunque aclara que se trata de un sector que «no es fácil y es muy sacrificado». De hecho, destaca que algunas personas «creen que vale cualquiera para esto y no es así, porque por suerte se ha profesionalizado mucho y eso requiere estar mucho tiempo detrás del negocio para que funcione como es debido».
Pese a ello, esta mirandesa anima a los jóvenes, y mayores, a dar el paso de emprender cogiendo el bar Número 7. Y es que esa opción puede alzarse como el camino adecuado para quienes no saben qué pasos dar en su vida laboral. Incluso para aquellos que no tienen vocación de ponerse tras la barra. Precisamente, ese fue el caso de Sánchez y su familia, porque recuerda que «tras la crisis de 2008, aunque no quebró, la empresa de construcción que teníamos se cerró» y tuvieron que reinventarse a través de la hostelería. En ese instante comenzaron a aprender, ayudados por otros profesionales del Casco Viejo, y dedicaron más de diez años a este ámbito. Hasta hoy. Según cuenta, «desde el principio esto era para un periodo de tiempo determinado y la idea era dejarlo cuando mi padre se jubilara, y ese momento ha llegado».