Miembro del equipo de Atapuerca desde 1987, Marina Mosquera ha excavado y estudiado prácticamente en todos los yacimientos de la sierra: Gran Dolina (estaba junto a Aurora Martín cuando se descubrió a Homo antecessor), Galería, Cueva de los Zarpazos, Penal, Elefante... y de nuevo en Gran Dolina. Desde esa posición veterana, la directora del IPHES (Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social) ha coordinado a una veintena de investigadores en un libro en el que se actualizan los hallazgos de Atapuerca.
«La idea surgió de una revista que nos pidió unos artículos. Y después la editorial Pinolia nos propuso publicarlo como libro. Es un resumen de un trabajo que ha venido a revolucionar y a cambiar el paradigma científico». En Atapuerca. El gran tesoro arqueológico que ilumina los secretos de la evolución humana participan desde Juan Luis Arsuaga a Marta Navazo pasando por Josep María Verges, Ana Isabel Ortega, Ignacio Martínez o Marcos Terradillos.
Especializada en el estudio de la evolución de la tecnología lítica (las herramientas) y la cognición, concibe los yacimientos como «un proyecto de vida», que en las últimas décadas se apoya en unas tecnologías que asombran. «Me sorprende poder encontrar lo que se llama la proteómica, las proteínas que pueden darnos indicaciones sobre el sexo y el ADN de muchos de los homínidos. O que podamos hallar ADN en los sedimentos. O las isotopías, los análisis que te permiten conocer la dieta de humanos y animales, lo que nos ayuda a reconstruir todo el paisaje vegetal que puede haber en una comunidad».
Entre esos avances tecnológicos destaca la relevancia de los futuros laboratorios de proteómica y ADN en el CENIEH, el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana. «Es un valor estratégico. Se trata de no depender de nadie y de apostar por unas infraestructuras que nos están ofreciendo unos resultados y una información punterísima», añade. Porque el ADN «puede ofrecer información sobre cuándo se separan dos comunidades, si están relacionadas filogenéticamente, etcétera».
Para utilizar esa tecnología avanzada es necesario continuar con los estudios de base que aportan información sobre «cómo hacían para cazar si es que cazaban; si sólo aprovechaban unas partes; si se llevaban unas partes a otro sitio; si venían con las herramientas ya hechas; si las hacían de manera oportunista o muy planificada...». Y así volvemos al yacimiento de Gran Dolina donde excava: «El nivel TD-6 va a ser una fiesta del canibalismo», asegura en alusión a los restos de Homo antecessor y lo que los fósiles con marcas dirán de esa especie hallada en Atapuerca.