El arquitecto Gonzalo Villarreal diseñó el Centro de la Memoria Sefardí -inaugurado ayer- con una planta curva, que evoca la de la judería de Gerona. «Ha sido complicadísimo llegar hasta el final», confiesa mientras levanta la vista hacia el lucernario que corona una estrella de David. El proyecto inicial ha sufrido modificaciones para adaptarse a las circunstancias y la construcción se ha dilatado durante casi 5 años.
En el edificio se ha reutilizado piedra de la construcción original, se han conservado los adobes y se han buscado grandes ventanales para entablar un diálogo visual con la iglesia de San Esteban, que se aprecia en todo su esplendor desde la primera planta del Centro de la Memoria Sefardí.
Hoy diáfana, mañana se espera que lleva de vida y de los libros que pueblen las estanterías del lateral destinado a biblioteca, desde el que no habrá que imaginarse el lugar donde habitaban los judíos hace diez siglos. Se ve perfectamente La Mota, como si se enfocase con un teleobjetivo. Nítida, como quiere Castrillo Mota de Judíos su historia.