Noticias frescas desde el hemisferio sur: la vendimia ya ha finalizado. Estos últimos días se han recogido los últimos racimos en los viñedos más altos al pie de los Andes, en las colinas de Tasmania y en las mesetas de la provincia de El Cabo. Toda la uva al sur del ecuador ya ha sido cosechada, mientras en nuestros altiplanos castellanos, con las noches tan frías que venimos viviendo, apenas están despuntando las hojas de las cepas. Y algunas se han quemado por las heladas, aunque esa es otra historia.
La que me ocupa en estas líneas tiene que ver con la extensión de la vid por Sudamérica, Sudáfrica y Oceanía. Es un periplo fascinante. Se suele decir que el vino es uno de los productos más viajeros; de hecho, el 45% de todo el que se consume en el mundo es exportado. Pero es que la planta en sí también ha sido capaz de saltar continentes, desde su origen europeo.
La primera gran aventura la vivió a bordo de carabelas y galeones. En la década de 1520 llegaron vides a México, acompañando a Hernán Cortés y los suyos. Veinte años más tarde se plantaron las primeras cepas en el Perú. En uno y otro caso pudieron ser de la variedad listán prieto, muy presente en Canarias. Su carácter resistente, y también su alta productividad, facilitó su aclimatación en las costas del Pacífico.
Luego llegó a Chile, donde todavía está muy presente y se la conoce como uva país, y también a California, con los misioneros españoles; por eso ahí se la llamó mission. En Argentina, la viticultura se asentó más tarde, pero lo hizo con mucha fuerza, sobre todo de la mano de inmigrantes italianos.
Al tiempo, otros emigrantes del viejo continente se dirigieron hacia el lado opuesto del globo. Huyendo de persecuciones religiosas, los hugonotes franceses se establecieron en el extremo sur de África y empezaron a cultivar viña. El clima acompañaba.
A principios del siglo XIX, otros doblaron el cabo de Buena Esperanza y siguieron navegando por el Índico, con algunos esquejes de vides europeas en sus macutos. Fueron los pioneros de la viticultura en Australia y Nueva Zelanda, países que hoy hacen nada menos que el 6% de la producción mundial.
Todo el hemisferio sur representa el 16%, y sigue creciendo: hay mucha hectárea disponible en las llanuras australes. Otro tema es vender todo ese vino.