Eduardo Cerdá es un tipo audaz como pocos. Y obstinado. La persona que ha hecho realidad traer a nuestros días parte de la fauna que una vez, hace millones de años, habitó el entorno de la Sierra de Atapuerca -Paleolítico Vivo se llama ese exitoso proyecto- se ha marcado un nuevo desafío: conseguir que Mina Esperanza, esa cavidad subterránea de la que, durante décadas, se extrajo mineral férrico, se convierta en la primera cavidad minera navegable. Ya ha confirmado que es posible: varias barcas han surcado las entrañas de este complejo subterráneo, y obra en su poder un estudio geotécnico con memoria y plan de intervención para su acondicionamiento para el turismo que no sólo subraya esa viabilidad sino que ofrece todas las claves para hacerlo realidad.
Este proyecto pionero impulsado por la empresa Ociosfera -adjudicataria de la explotación turística y de investigación de estas impresionantes galerías ubicadas en Olmos de Atapuerca- necesita ahora de financiación para hacer del nivel -4 de la cavidad, que casi siempre se encuentra inundado de agua, en la primera mina navegable de España a la manera de las existentes en lugares de Europa como las minas de Sal de Salzburgo, en Austria, o las minas de Turda, en Rumanía. Es un proyecto meditado y factible, que requiere (ha realizado Cerdá los cálculos con precisión) en torno a 300.000 euros, para los que ya está buscando financiación y todo el apoyo y las facilidades que no suele ofrecer la siempre farragosa Administración.
«Además de disponer de una mina subterránea acondicionada para ser visitada a nivel turístico, y con gran atractivo para el público, pretendemos crear un espacio de interés geológico-minero, que complemente las visitas que en la actualidad se llevan a cabo en los yacimientos de Atapuerca, y poner en marcha un espacio de investigación a nivel geológico, minero, y geobotánico en colaboración con universidades y centros de investigación. Es decir, ser un espacio de referencia para todos aquellos interesados en la geología. Y tematizar parte de sus galerías con escenas de literatura fantástica, para, de esta manera, acercar el patrimonio industrial a las nuevas generaciones. Se trata de convertir a Mina Esperanza en la primera mina navegable de España», apunta Cerdá.
Considera el impulsor del ambicioso proyecto que éste tiene «el potencial de actuar como un motor de innovación y desarrollo para la hostelería y otros servicios turísticos en la Sierra de Atapuerca y el Camino de Santiago, potenciando su atracción turística, diversificando y enriqueciendo su oferta, y estimulando la economía local a través de la creación de empleo y el aumento del gasto turístico».
Más allá de su valor como atracción turística, el proyecto de la Mina Esperanza de Olmos de Atapuerca se plantea como un modelo en el sentido de cómo la preservación del patrimonio y la innovación «pueden ir de la mano con el respeto por el medio ambiente, el desarrollo local y la sostenibilidad. Ser los primeros en nuestro país con algo de esta magnitud contribuirá a convertir Mina Esperanza en el paradigma de la reparación, reciclaje, reutilización y reconversión del Patrimonio industrial hacia la cultura y el turismo sostenible.», subraya.
Mina Esperanza no es solo un viaje a las profundidades de la tierra. «Es una aventura a través del tiempo, una celebración de la naturaleza y la ingeniería, y un compromiso con el futuro sostenible de la región. Con cada visita, se abre una ventana a la historia, la ciencia, y la magia de lo que yace bajo nuestros pies, ofreciendo una experiencia inolvidable que educa, inspira y asombra a partes iguales». La idea, que ya adelantó este periódico, pasa por mantener el citado nivel con un metro aproximadamente un metro de agua inundando las galerías de ese nivel, que ocupa en torno a 500 metros.
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