Los muchos patos que en los últimos años han encontrado en el cauce del río Ebro un lugar donde pasar una temporada en sus migraciones fueron testigos de la XXXII Bajada del Ebro, que contó con la participación de 25 embarcaciones. Unas eran piraguas, y otras, respetaban el espíritu de la iniciativa ecologista, y constaban de toda clase de elementos unidos entre sí de forma improvisada que, en definitiva, cumplían el objetivo de mantener a flote a sus ocupantes. La demanda de que el cierre de la central nuclear de Garoña sea definitiva y no tenga marcha atrás fue la principal reivindicación de la jornada, si bien hubo otras, alertando de las «amenazas» que se ciernen sobre el río, como las empresas químicas, el fracking o el uso desmedido de este recurso natural para proyectos energéticos. Así que se pidió un río más limpio y que llegue a cumplir la normativa europea, que entre otras cosas recoge la posibilidad de que sea apto para el baño. A los mensajes medioambientales se unieron otros, con gestos de apoyo al pueblo palestino y también varias banderas en defensa de la república.