Los primeros rayos de sol se cuelan entre las costuras de la techumbre, confeccionada con pieles de animales, de la improvisada cabaña donde duerme Werner Pfeifer, que se define como cazador de la Edad de Piedra, educador de museos y que es gestor del Museum Steinzeitpark Aithmarschen en la ciudad alemana de Albersdorf. A unos cuantos metros, se han montado el resto de chozas donde descansan los demás integrantes de esta particular tribu de nómadas, conformada por alemanes, franceses y portugueses. En esta segunda semana en comunión con la naturaleza, el campamento está habitado por 9 integrantes ya que algunos tuvieron que regresar a la 'moderna civilización'.
Han sido noches frías las de esta quincena, con temperaturas que han bajado hasta los 3 y 4 grados, pero no parece que les haya afectado ni en el cuerpo ni en el ánimo. Inmediatamente se desperezan, y sus primeras miradas se dirigen al suelo en busca de huellas de posibles animales. Hay que controlar qué fauna habita el territorio en el que se han instalado para reencontrarse con los orígenes de la humanidad y vivir en y de la naturaleza, que esparce por el monte todos sus sonidos, intensificados ante la ausencia de cualquier contaminación acústica, y que pone al alcance de sus manos los frutos del bosque con los que alimentarán sus estómagos en el desayuno como nueces, moras, endrinas, majuelos, escaramujos o acigüembres para afrontar el resto de la jornada.
(El reportaje completo y una docena de fotos, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)