Saciar el apetito a golpe de cascada

S.F.L.
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Jon Ander Mijangos remata los últimos detalles antes de abrir el primer local de hostelería en Tobera, que contará con 80 plazas y una ubicación privilegiada junto a los saltos de agua del río Molinar

Los clientes del bar-restaurante podrán acceder por las escaleras que se aprecian en la imagen a una de las principales cascadas de Tobera. - Foto: Fernando Castrillo

«Las ganas por crecer como persona agudizan el ingenio», responde el jovencísimo Jon Ander Mijangos cuando se le pregunta por qué ha decidido levantar su negocio de hostelería en Tobera. Encontró en una antigua casa familiar la oportunidad para no abandonar su pueblo natal y echar raíces de «por vida». Con una localización de ensueño con vistas y acceso directo a las famosas cascadas, el primer bar-restaurante de la localidad funcionará en Semana Santa, si «las autoridades nos los permiten, aunque sea con restricciones», bromea el emprendedor.

La gran afluencia de turistas tanto en Frías como en este pequeño barrio, ubicado a dos kilómetros, que descontando el 2020 alcanza la sorprendente cifra de 80.000 anuales, hace que los hosteleros de la ciudad más pequeña de España tengan incluso que triplicar el servicio de comidas en los cinco mesones repartidos por el municipio. Múltiples viajeros desisten de esperar o directamente se encuentran con el cartel de completo y se ven obligados a despedirse con las ganas de probar la gastronomía típica de la zona. Al comprobar que la gente demandaba el servicio y que en ocasiones el mismo ofrecía bebida a los turistas en su propia casa, cogió carrerilla y se aventuró a construir su futuro.

Han pasado dos años desde entonces y el camino no ha resultado de color de rosa. Una ayuda de El Ceder Merindades es la única pizquita económica que ha recibido por parte de administraciones e instituciones públicas. «Parece que ser joven, emprendedor y vivir en el mundo rural no es suficiente para obtener el apoyo de los de arriba. Eso sí, pegas, a montones», expone. Pero no todo son críticas. Toda la familia muestra al Ayuntamiento fredense la gratitud por la agilidad en tramitar el expediente y rebajar con algún que otro permiso.

El local dispondrá de capacidad para unas 80 personas repartidas en dos comedores y el jardín, del que se ha construido un acceso directo a una de las pozas de Tobera, ideal para pegarse un baño en verano. El futuro empresario calcula que con la amplitud del negocio y la afluencia de público en el pueblo durante los fines de semana, puentes y época estival, tendrá que contratar como mínimo a cinco o seis personas. Durante el crudo invierno intentará valerse con dos.

La tranquilidad como forma de vida la conoce desde bebé aunque considera que un poco de jaleo no vendrá tampoco mal. «Todos las localidades, por pequeñas o grandes que sean, tienen bar. Tobera hasta el momento no. Si he apostado por la hostelería es también por ofrecer un servicio tan necesario a los vecinos, para que tengan un lugar de reunión y diversión», sentencia.

Atractivos. La acción del río Molinar abrió un desfiladero que se convirtió en paso obligado para viajeros y mercancías. Una calzada romana cuyos restos aún son visibles, como también lo es el complejo eremitorio: el humilladero del Cristo, la ermita de Nuestra Señora de la Hoz y el puente romano, dignos de conocer.